martes, 27 de marzo de 2012

Capitulo 18 El palacio



Cuando volví en mi sentía como las lagrimas rodaban por mis mejillas y los brazos de Damien a mi alrededor. Elena se levantó de la cama y se fue de la habitación, ella sintió que necesitaba a Damien a mi lado. Su voz era dulce, me acarició el rostro mientras me decía:
-¿Que te a pasado amor?- Sus ojos de plata me observaban mientras sentía su tacto helado en mi rostro.
-He soñado que moría, me golpeaban y la niebla no me protegía.- Vi la sorpresa en lo ojos de Damien.
-¿Que niebla mi corazón?- Me acurruque en él para que me sujetara con fuerza.
-Son solo sueños no te preocupes- Damien me miro preocupado, beso mi frente soltándome y se tumbo a mi lado.
-Ven a mis brazos princesa, intentare protegerte de tus pesadillas.- Me abracé a él sintiendo como los parpados se me cerraban.

Damien me despertó acariciándome la cara y besándome con dulzura, me costó apartarme de sus brazos para poder ir a vestirnos y desayunar.
Esa mañana fuimos a un mercadillo a pasear, cuando me di cuenta nos habíamos separado de los chicos, Elena y yo seguimos paseando entre puestecitos mientras mirábamos las artesanías que vendían, todas eran pequeñas cosas echas a mano. Llegamos a un puesto donde había un mujer que decía ser una adivina, Elena se moría por ir a que nos leyera el futuro, asentí mientras nos acercábamos.
La mujer tomo mi mano y la observo, con su contacto sentí como la energía me recorría. La estudio detenidamente, me miro con los ojos desorbitados.
- Jovencita tienes a la muerte posada en tu hombro,- La mire como si dijera una locura- pero la muerte te protege, su guadaña esta a tu alrededor para que nada se acerque a ti, pero piensa que esta muerte no es infalible.- Mire a Elena que se encontraba junto a mi, la mujer se echo a reír.- Miras al lado equivocado,- Estiro de mi mano hasta que me encontré a poca distancia de aquella mujer que olía a lavanda- cuidado con el regalo del mar, siempre a sido tuyo pero te traerá problemas.
Fue el turno de Elena, le tomo la mano y la miro, la mujer se asusto ante Elena.
- ¿Para que acudes a mi?- La mujer soltó la mano de mi amiga y esta la estudió sin alterarse lo mas mínimo.
-Para conocer mi futuro.- Elena lo decía tranquila pero sus ojos verdes brillaban de una forma que me asusto incluso a mi. La mujer me miro directamente a los ojos.
- Pequeña niña sujetate a la muerte que mora a tu lado y no confíes en nadie mas.- Elena la miro iracunda.
- Tienes que ver mi futuro, Kasi ya sabé su suerte.- Di un pequeño paso hacía atrás, no era capaz de entender a que se refería aquella mujer con la muerte.
-Sabes que no puedo y nunca podre, a ti nadie puede leerte el futuro.- Elena se levanto tomo mi mano y salimos de allí.
Al poco rato de pasear las dos en silenció nos encontramos a los chicos, el abrazó de Damien me reconforto, pero el era demasiado perfecto para ser la muerte que la mujer nombro.
El resto del día paso como otro cualquiera, volvíamos a ser estudiantes que nos quedábamos en nuestra habitación jugando a juegos de cartas y riéndonos.

Me levante de muy buen humor ya que tenía unas ganas descomunales de ir a ver el museo que se encontraba en el antiguo palacio real, mis amigos no entendían mis tremendas ganas de visitarlo, el único que parecía comprenderlas era Damien, él me conocía mas de lo que me conocía yo a mi misma porque yo no sabía de donde salía ese deseo.
Al entrar en el edificio sentí una gran sensación de paz y tranquilidad, como si me encontrara en mi hogar, recorrí los pasillos de la mano de Damien hasta que me pare delante de una pintura que llamo muchísimo mi atención, eran los miembros de la familia real, todos muertos en la revolución. En el trono se sentaba un hombre de rostro duro y ojos verdes, se apreciaba el tono marrón de su cabello, era un hombre que parecía tener una gran autoridad y poder. A su lado la reina, lucia una bonita corona y una sonrisa dulce en sus labios, tenia los ojos azules como el mar que destacaban con su cabello rojo como el fuego. En la falda de la mujer había una niña de cabellos marrones como el hombre y ojos azules como la mujer, en los brazos de la niña había una muñeca muy parecida a la que descansaba en la estantería de mi habitación. Lo que mas llamo mi atención era la chica que se encontraba al lado del rey, una joven de cabello rizado y rojo como la reina y ojos verdes como el rey, su rostro era dulce, me di cuenta que me parecía a ella. Y prendido a su cuello mi medallón, saque el medallón que reposaba dentro de mi camiseta y lo compare con el de la chica del cuadro, era el mismo. Me sorprendí muchísimo, sentí los brazos de Damien que impedían que yo cayera al suelo. Le mire con lo ojos muy abiertos.
-Damien, ¿Sabes quien es?- El asintió mirando hacía el cuadro.
-Es la princesa Gabrielle muerta en la revolución, nadie sabe que paso con la otra niña, la princesa Eleni. Cuenta la leyenda que al morir la princesa Gabrielle su amante lanzó su medallón a un río.- Damien sonrío mientras yo observaba el medallón que reposaba en mi pecho.
-Pues es igual que el mío.- Damien me beso con dulzura.
-No te comas la cabeza por eso, sigamos viendo cuadros.- Mi mente iba muy deprisa, ya que yo encontré mi medallón en el mar.
Solo hubo otro que me hizo parar a observarlo, se veía a las princesas sonriendo en un precioso jardín rodeadas de flores muy hermosas, una sensación cálida invadió mi pecho, sentí como las lagrimas rodaban por mi rostro, no entendía porque pero no dejaban de caer. Damien me abrazo mientras besaba mis lagrimas.
Al salir del museo fue como si mi mente hubiera viajada al pasado, como si todos sus pasillos lo conociera como conocía los de mi propia casa.

Los dos días de viaje que quedaban fueron menos raros, aunque parecía que conocía las calles de la ciudad y entendía y hablaba el idioma sin problemas a pesar que yo nunca había estudiado francés.
El último día recogimos todo nuestro equipaje y volvimos a casa.

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