viernes, 23 de diciembre de 2011

Capitulo 12 Enemigos no deseados



Los paseos matutinos eran parte de la vida de Damien, le hacían recordar a Melani y a su pensamiento sobre la obsidiana. Aunque por las noches más bien se veía tentado de ir a casa de Kasia y observarla dormir, pero le parecía que seria violar su intimidad y más si era el diablo quien la vigila.
Miró el paisaje todo iluminado por el sol recién nacido. De repente como de la nada apareció Erik, el mejor amigo de Kasia, para Damien era un muchacho extraño pero nunca le había dado asunto.
La luz se hizo intensa y notó algo que le enreda los pies, miró hacía el suelo o lo intentó ya que aunque lleve la obsidiana la luz muy intensa le cegaba.
Cuando consiguió mirar el suelo vio unas enredaderas alrededor de sus piernas y un fuerte golpe de aire intentó tirarle.
Esperaba que Erik estuviera bien porque eso era obra de un hechicero, pero parecía saber que era un vampiro antiguo, porque no atacaba de frente. Intentó concentrar todo su poder mental para utilizar un ataque psíquico ya que aunque le conozca las enredaderas no son muy poderosas. Le conoce pero era débil.
Envió todo su poder hacía el foco de magia, oyó un golpe sordo que supuso que seria la caída del hechicero. La luz se fue debilitando, empezó a recuperar la visión y notó menos presión en la piernas.
Sacó los colmillos preparándose para atacar pero al recuperar toda su visión solo vio a Erik en el suelo, él no podía ser el hechicero, porque si lo era Kasia estaba en peligro de nuevo y esta vez no permitiría que nada ni nadie se la arrebatara.

Escondió los colmillos deprisa al ver que Erik recuperaba el sentido, lo tendría vigilado, ya que no estaba seguro de que fuera él. Cualquier hechicero sometido a una descarga de poder como esa no estaría recuperando el sentido tan deprisa.
Porque ese poder también va aumentando con los siglos.
 Se levanto despacio, parecía aturdido, le miro y le dijo:
-¡Buenos días Damien!- Le dejó parado su cambio- ¿que pasa que me miras así?¿No me habré manchado? Por favor dime que no.
Parecía no saber lo que había sucedido, como si simplemente hubiera tropezado.
-No, no te has manchado.-Le dejo atónito con su respuesta.

*
En clase note cierta tensión entre mi novio, que bien poderlo llamar así, y mi mejor amigo.
Solo llegar por la mañana Damien me abrazo en gesto protector y me beso con dulzura, mientras que miro a Erik con desconfianza y rabia.
El mal rollo era como se miraban bueno más bien era Damien en clase miraba con odio a Erik pero a la que miraba a Erik el estaba sonriendo tan normal. Volvía la mirada hacía Damien y entonces era cara de sorpresa. Era extraño se pasaban las horas así, a Elena también la sorprendían sus juegos porque ella los veía igual que yo. Aparte a todo eso sumarle que me sentía un poco estúpida mirando cada cinco minutos a ambos lados.
-Damien ¿que te pasa con Erik? En serio no lo entiendo pero si es un chico encantador, porque le miras con ese odio- Damien me miro con sus ojos de plata, me abrazo susurrándome:
-Hay tanto que no entiendes pero te prometo que te lo explicaré- me soltó de su abrazo y me miro a los ojos- deja que te proteja un poco más.
-De acuerdo pero prometeme que me lo dirás.
-Prometido- Me beso, volví a notar ese tacto frío y agradable.
Al volver a casa con Erik no note nada extraño estaba con su felicidad habitual ya no había rastro en el de esa energía rara que había notado emerger de él. Pero si le pregunté que le pasaba a Damien con él, cosa para la cual no tenia respuesta.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Capitulo 11 Apariciones

 
Habíamos quedado a las seis en mi casa, él se encargaba del pica pica y yo de las películas, después del instituto lleve a Erik a su casa y luego me fui al videoclub a buscar la película para la noche, tenia que darme prisa porque también debía revisar que todo estuviese ordenado para no pasar vergüenza después. 



Aparqué el coche a un par de calles del videoclub, cogí mi bolso donde tenía el monedero con el carnet y me dirigí para allí, de camino me encontré con una mujer que iba vestida de negro, el vestido era largo y parecía antiguo, me fije en que la gente no le hacía asunto, estaría promocionando algún producto así vestida. Su piel era blanca como la cal, sus labios rojos como la sangre, sus ojos grises como la plata, me recordaban a los de Damien pero los de esa mujer rebosaban dulzura, le caía por la espalda unos tirabuzones castaños pero un castaño color miel. Pase por su lado sin hacerle asunto con mi sonrisa tonta en los labios que demostraba que esa tarde había quedado con él ya que al final de la calle se encontraba el videoclub.

Sentí como una brisa acariciará mi brazo, mire y se trataba de la mano de aquella extraña mujer, tenia la vista clavada en mi, me fije en sus movimientos como si no tocara el suelo, la gente pasaba a nuestro alrededor como si no estuviéramos allí ninguna de las dos.
-Kasia, tranquila no nos ven.- Se me hizo un nudo en la garganta ¿como era posible que supiera mi nombre? ¿Porque no nos veían?- Escuchame esas preguntas nos tiene importancia- Me sonrío con dulzura, calmando los latidos de mi pecho.
-¿Quien eres?- Mi voz sonaba horrorizada, no era capaz de controlarla.
-Soy lo que crees, no te equivocas, mi nombre es Ailín.-No podía ser era un espíritu, un fantasma y me estaba hablando, en cualquier momento despertaría y todo habría pasado- Pero no debés hablarle a nadie de nuestro encuentro, pero a nadie, jurámelo.- Parecía muy preocupada en que aquello no saliera jamás de mis labios.
-De acuerdo, te lo juro.- Ella asintió despacio mientras en su rostro volvía a reinar la paz.
-Avanzan grandes cambios y has de ser capaz de superarlos y no dejarte hundir, siempre tendrás a alguien que te apoye pero tu misma seras influida por los cambios.- La mire asustada, mi corazón volvía a latir con fuerza- No te asustes, has de ir trabajando poco a poco. -Tomó mi rostro entre sus manos, era como si la brisa lo acariciara no notaba su tacto físico- ¿De acuerdo?- Asentí, mientras una sensación de flotar me invadía, de repente la oscuridad lo inundo todo.

Me desperté en el suelo rodeada de gente que me hablaba, me ayudaron a levantarme, una vez de pie mire a mi alrededor donde la mujer había desaparecido. La gente siguió su camino y yo me sacudía la ropa, mire por ultima vez, no estaba, seguí andando hasta el videoclub mientras pensaba que todo había sido una ilusión, fruto de la caída, porque no había ni rastro de la mujer, aunque como le prometí no diría nada.
 Cogí la película de terror que más me llamo la atención, pero no era de espectros suficiente había tenido por un día, fui para casa, el tiempo se me echaba encima por el rato que había estado inconsciente, llegué a casa con el tiempo justo de recoger las cuatro cosas que habían por el medio cuando Damien llegó.
Trajo toda clase de patatas y bebidas, la película fue muy divertida aunque era de terror ya que los comentarios la hacían muy amena.

Después de la película nos estuvimos hasta las once hablando ya que mis padres habían salido a cenar fuera, hablamos sobre muchos temas distintos, como que él vivía solo y que sus padres trabajaban en el extranjero, era la primera vez que me hablaba de su vida. Hasta que llegó el momento de las despedidas, antes de irse tomo mis manos entre las suyas, su tacto helado era muy agradable.
-Kasia quería decirte una cosa muy importante,- Sonreí para darle calma, ya que pude notar lo nervioso que estaba- te quiero -el corazón se me desboco en el pecho no era capaz de creer lo que oía- ¿Quieres salir conmigo?
-Si, claro que si, yo también te quiero.- Las palabras salían como una cascada de mi boca cuando poso sus labios sobre los míos, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciendo que me estremeciera y no quisiera separarme de él jamás.
La despedida fue dulce como la miel, entre besos y te quieros, me fui a la cama con toda la felicidad que podía sentir en ese momento, no me deprimía saber que el resto del fin de semana me tocaba estudiar.

El fin de semana paso lento, el estudió y las ganas de verlo le daban más minutos al fin de semana los mensajes con ñoñerias también era una cosa que no ceso en todo el fin de semana.
Le envié un mensaje a Erik para contarle la noticia en menos de cinco minutos sonó mi móvil de nuevo para que se lo explicara todo con detalles.

martes, 20 de diciembre de 2011

La bruja

Como una bruja malvada era tratada
siempre amenazada por espadas…
Pero de repente un hermoso acaballero apareció
que en vez de desenvainar la espada me ofreció su mano.
Tomo la mía y me arrastro junto a él,
descongelando lo que me creí que jamás volvería a latir,
arruinando con su presencia todo el mal que habitaba en mi
dejando luz y calor donde el frío había dejado oscuridad
Por supuesto que un regalo le entregue,
ese pequeño corazón que por él volvió a latir…

lunes, 19 de diciembre de 2011

Capitulo 10 La cita


Me acerqué a él con una sonrisa tímida y la piel del color de los tomates.
-Hola Damien, ¿Cuanto has visto?- Él me dedicó una de sus dulces sonrisas.
-Lo suficiente, cantas bien.- Todavía me puse más roja si eso era posible.
-¿Como sabes que vivo aquí?- Me estudió con sus ojos de plata, mientras su sonrisa se ampliaba.
-Erik me lo ha dicho hoy mientras tu estabas en el servicio.- Tenía unas ganas horribles de matar a Erik, ya le valía, y no decírmelo, estaba bien muerto por dejar que me viera con aquellas pintas.- Yo quería proponerte una cosa, espero que la aceptes.- Extendió su mano hacía mi sujetando dos pequeños papeles, con las manos temblorosas por la vergüenza los tome.
Eran dos entradas, para una película que se estrenaba hoy y que yo deseaba ver, la ilusión me invadió olvidando la vergüenza, me abracé a él besando su mejilla.
-Claro que las acepto, claro que quiero que vayamos, ¡gracias!- Él sonreía mientras me observaba dar saltitos de alegría.- Dame diez minutos, ¿porque no querrás que vaya así verdad?- Damien se echo a reír.
-Jeje, eso te queda bien.- Puse cara rara le devolví las entradas y eche a correr hacía casa mientras le gritaba:
-¡Dame diez minutos y nos vamos!

Entre corriendo en casa hasta llegar a mi habitación, me puse los tejanos de nuevo, las botas que había llevado durante el día y otra camiseta que Erik decía que me quedaba genial, me puse colonia y me solté los rizos, me miré en el espejo para comprobar que no se habían desmontado, pude observar como en mi rostro se dibujaba una sonrisa tonta de felicidad, era la primera vez que un chico se me presentaba en casa proponiéndome una cita.
Fui a la cocina para dejarles una nota a mis padres enganchada en la nevera para que no se preocuparan, diciéndoles que no llegaría tarde y que me iba al cine.
Salí de casa y corrí hacía Damien que me esperaba en el jardín con una sonrisa en los labios, una sonrisa de ilusionado como si él hubiera estado deseando que llegara ese momento.
-Estas preciosa.- Sonreí me gusta tantísimo, no me lo podía acabar de creer, parecía un sueño echo realidad.

Su coche era negro y flamante sin abolladuras, al contrario que el mio que era un pequeño coche color vino y parecía una lata. Por dentro tenia los asientos forrados de cuero y extremadamente cómodos, lo único que se parecía al mio era el equipo de música pero sin contar los altavoces que eran mil veces mejores los suyos. Me senté con cuidado mientras él se ponía al volante, aquel coche desprendía elegancia como el mismo Damien, aquello era demasiado perfecto para ser real y para que me pasara a mi.
Al llegar al cine salió rápido y en un segundo estaba en mi puerta para abrírmela, estaba fuera de lugar pero fue un detalle que me encantó, salí feliz del coche cogiéndome a su brazo. Entramos al cine donde nuestro sitió era el mejor, estaba que no cabía en mi de la alegría, él me invitó a las palomitas y al refresco aunque él no se compro nada, la película me encantó y la compañía era insuperable, era uno de los momentos más felices de mi vida, al llegar a la puerta de casa donde el coche de mis padres reposaba baje al mundo pensando que esa noche no se podía superar.
Le dediqué mi mejor sonrisa y me dispuse a salir del coche, Damien cogió mi mano, su tacto era frío y muy agradable, me volvió arrastrar a su lado, observándome con sus ojos de plata.
-Kasia, si no te importa esto lo considero una cita.- Se acerco a mi besando mi mejilla, el corazón me iba a cien nunca pensé que podría ponerme tan nerviosa.
-Vale, yo también lo considero una cita, espero que no sea la ultima.- Me baje despacio del coche sintiendo su mirada en mi.
-Te juro que no lo será.- Cerré la puerta con el nerviosismo a flor de piel.
Lo vi alejarse con su coche elegante y sin mucha prisa, entre a casa dando saltos de alegría y con ganas de que la noche pasara para poderlo ver de nuevo a mi lado.

Por la mañana acabe mis tareas mucho más rápido que de costumbre dándome tiempo a leer un rato antes de coger el coche y pasar a por Erik, pero lo que mas llamo mi atención fue que la niebla de mis sueños empezaba a ser él, como si Damien estuviera tan presente en mi mente que la niebla cogiera su forma de mi recuerdo. Cogí mi coche pensando en Damien y en que quedaba poco para que lo viera de nuevo, mire hacía la calle y vi como Erik se acercaba con su calma habitual y sus galletas, abrió la puerta, se sentó a mi lado con su sonrisa dulce y amigable.
-Hola Erik, por un lado te daría dos besos, pero por la otra te mataría- Erik me miró extrañado con intriga, mientras me ofrecía una galleta, la tome y me la comí mientras íbamos de camino al instituto.
-Prefiero los dos besos.- Me eche a reír al igual que él.- ¿Y porque todo eso?
-Pues porque le diste mi dirección a Damien sin avisarme,- Erik puso cara de sorpresa ocultando su media sonrisa- Pues ayer por la tarde se presentó en casa y solo te diré que estaba regando.- Empezó a reírse, seguramente se imagino la situación y se acordó de mi super vestuario de riego.-Y bueno me invito al cine a ver la película que yo deseaba ver, fue fantástico, al llevarme a casa me dijo que lo consideraría una cita.
-¡Ves Kasi como le gustas!- Erik me miraba con una ilusión infinita- solo falta que encontremos uno para mi...
-Tranquilo, veras como lo consigues, que no te quedaras para vestir santos te lo juro.- Erik me miró con desconfianza como si hubiera dicho una barbaridad.

Llegamos a la puerta del instituto Damien se encontraba allí con una gran sonrisa y tema de conversación para entretenernos a todos. Las clases pasaron con normalidad mientras Damien y yo intercambia vamos miradas y los demás nos observaban.
Esa tarde habíamos vuelto a quedar, esperaba que fuera otra consideración de cita, habíamos decidido ver una película en mi casa ya que ninguno de los dos somos de irnos por ahí, ¿que plan hay mejor un viernes noche que una buena película con el chico que te gusta? Ninguno, o al menos por lo que a mi respecta.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Capitulo 9 Ouija


 Al acabar otra de esas maravillosas semanas, en las cuales después de mantener largas conversaciones con Damien, pasaba a seguir el día con Elena y Erik con los que el día era realmente gracioso y finalmente cuando íbamos para a casa me tocaba el pertinente interrogatorio de Erik.

Ese fin de semana quedamos el trió biologero, un mote que nos inventamos Erik, Elena y yo el año anterior en una clase de biología en la que Erik se invento la palabra biologero en vez de biólogo. Ese día en casa de Erik, pasamos la tarde entre risas y jugando a béisbol, que ha falta de las pelotas y los palos de béisbol, improvisamos con palos de pino y piñas, ya que la casa de Erik se encuentra cerca de un inmenso bosque, que la verdad da bastante miedo ya que es muy espeso y los altos arboles tapan la luz y dan un tono oscuro a toda la área forestal.

Finalmente cuando nos cansamos fuimos a ver una película y después nos encontramos tumbados en la habitación sin saber que hacer. De repente Erik se levantó y nos miró a las dos.
-Podríamos jugar a la ouija ya que hemos intentado grabar un vídeo de terror- Elena mostraba una sonrisa picara en sus labios mientras que la sorpresa recorría la mía- venga Kasi, por favor, estará chulo- Mire a Elena mientras ella me miraba ami, las dos asentimos. Erik salió corriendo, ya que estábamos en su casa y él sabría donde estaba el tablero.
A los cinco minutos llego con esa madera pintada mientras la limpiaba con la mano.
-Se me a ocurrido que podríamos hacerla en el bosque, ya sabéis en la casita aquella que hay allí.- Elena tomo la tabla entre sus manos mientras la observaba, todo aquello a ella le encantaba.
-Buena idea, ¿Sabes como va?-Erik se sentó a mi lado mientras los dos negábamos con la cabeza, me daba miedo la idea pero no tenia porque ser peligrosa.-Pues se trata de un vinculo con el mundo de los espíritus, no es un juego, es una magia poderosas, aunque no siempre funcione.-Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y mire a Elena que estaba tranquila y Erik que estaba emocionado.
-¡Mola! Pues a que esperamos.-Se levantó tendiéndome la mano para levantarme, la cogí y nos dirigimos a la casita que estaba perdida en medio de la nada, fui todo el camino de su mano mientras nos adentrábamos en aquel lugar, me daba pánico pero era mi intuición la que me decía que corriera. Elena iba tranquila con el tablero debajo del brazo y el vaso en la mano mientras Erik iba emocionado por la idea de hacer una ouija.

Al llegar a la casita, solo era un montón de palos simulando una casa, la puerta era una cortina, al entrar solo había unos cojines en el suelo, nos sentamos allí, Elena puso el tablero en el centro y el vaso, me costo poner el dedo pero me atreví y lo hice ya que ellos me observaban mientras lo hacía, en la cara de Elena una sonrisa picara ya que ella disfrutaba con aquello en la de Erik emoción ya que a él la magia le chiflaba en cambio en la mía había temor y respeto. El vaso no se movió ni un milímetro. De repente note un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, no era un escalofrío agradable como los de mis sueños, sino que era una gran energía emergiendo a mi lado, mire sorprendida pero solo estaba Erik, su mirada había cambiado.
Aparte el dedo temiendo lo peor y sentí la mirada de Elena en mi, sabía que no podía hacer eso pero era superior a mi mantener el dedo allí por más tiempo.
-Kasi, no debes apartar así el dedo, lo espíritus lo pueden tomar como una ofensa.- Su voz era tranquila, Elena me hablaba como si fuera una niña pequeña.
-Elena tiene razón Kasia, no deberías haberlo echo.-La voz de Erik era diferente, me daba terror, pero estaba segura que era producto de mi imaginación.
-Pero no se movía.-Mi voz temblaba, no podía evitarlo.
-Tienes razón por eso no a pasado nada.-Elena se levantó cogiendo el vaso y la tabla, salió de la casa con paso ligero al igual que Erik mientras yo los seguía. Erik vio como me quedaba rezagada ya que por el bosque podía llegar a ser muy torpe, tomo mi mano y la apretó, su tacto fue distinto, pero seguramente se debía a que le había estropeado la sesión y estaba enfurecido.
Al llegar a su casa la energía había desaparecido y Elena volvía a sonreír todo era normal de nuevo, por eso nos toco la tortura, sesión de belleza, a pesar mio y de Elena se paso el resto de la tarde jugando con nuestros cabellos, poniéndonos colorete y alguna que otra tortura.

Me pasé semanas hablando con Damien y luego explicándoselo a Erik. Esperaba que en ese día ocurriera algo ya que la niebla había adquirido sus ojos plateados. Al llegar a la puerta del instituto como siempre las conversaciones de cada mañana. Pero note de nuevo esa energía, mire a Erik y vi que miraba con desconfianza a Damien. Entones volví la mirada hacía Damien y vi en sus ojos de plata la misma desconfianza que en los otros de chocolate.
Parecía que tuvieran algo por lo que batallar y yo estuviera allí en medio sin saber que hacer, Erik parecía que quisiera algo que Damien estaba decidido a conseguir, parecía una competición a la cual yo ni estaba invitada.
Era extraño unos días me decía que a por él, en cambio otros era borde y decía que tenia que alejarme de él, pero había una cosa que me llamaba muchísimo la atención hablaba como si los celos lo impulsaran. Me tenían la cabeza hecha un lió, y por el otro lado Damien diciéndome que Erik era un chico extraño. No les entendía.

Esa tarde pensaba desconectar de las dudas, al llegar a casa me quite los tejanos y a cambio me puse mis pantalones cortos, unos pantalones negros que los tenía desde hacía unos cinco años, eran viejos y con algún que otro agujero. También me quite el top blanco y me puse la camiseta que parecía que un grupo de pumas hubieran jugado con ella sin contar las manchas de lejía que tenia la pobre, también me enfunde mis super chanclas viejas perfectas para regar, recogí mis rizos con una pinza dejando que los dos de siempre me cayeran por la cara ya que era imposible controlarlos.
Ese era el plan de la tarde, ir vestida como un harapo pero cómoda y regar el jardín con mi mp4 con mi música favorita, ya que mis padres no estaban porque hoy volvían tarde de trabajar.

Cogí mi manguera verde la enchufe, puse la música alta y me puse a cantar mientras hacía el tonto con el agua y regaba todas las plantas de delante de la casa, se que las de atrás no las regaría porque me cansaría antes, el jardín era bastante grande con muchas flores distintas y todas medio secas porque mi padre se encarga de ellas el fin de semana y yo no suelo encontrar tiempo o quizás no quiero encontrarlo para regarlas. Al acabar con el jardín delantero solté la manguera y acabé de cantar la canción que sonaba ya que era mi favorita, cuando pare el agua salí del garaje pare la música, miré ami alrededor orgullosa de mi trabajo y de repente le vi, Damien estaba allí de pie observándome mientras sonreía, sentí como la vergüenza se apodero de mi, ¿como puede ser que haya echo tanto el ridículo? Y lo peor de todo era que había visto mis harapos, desee que la tierra me tragara.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Capitulo 8 Damien


Al llegar a mi altura Erik cogió mi brazo arrastrándome mientras con la mano le decíamos adiós a Elena que nos miraba con cara extrañada. Cuando subimos a mi coche empezó el interrogatorio:
-Kasi, ¡ya me lo puedes contar todo!- Notaba su mirada en mis mejillas coloreadas- no disimules, di, di y di.
-Vale, vale. Pues se llama Damien y me dirás que es extraño pero es como si le conociera, bueno hemos estado hablando compartiendo gustos y cosas así.
-¡Ole tía que suerte! Yo también quiero conocer a un chico así, ¡mañana me lo presentas! Es una orden.
-Si hombre, y que me lo quites no te joroba- Empezamos a reírnos como siempre.
-Que va seré bueno y este para ti.
-Como si me los consiguieras quitar...- Erik me miro con su mirada picara- Erik no puedes ni compararte con mis curvas los dos lo sabemos.
-No te lo tengas tan creído preciosa.- Levantó la barbilla como si fuera un niño enfadado- Sabes que te puedo dejar mirando.- Me eche a reír obligandolo a perder su pose de niño enfadado.
El resto del camino fueron risas y teorías extrañas de como lo iba a conseguir.
Al llegar a casa me encontré lo de siempre mis padres y deberes por hacer pero mientras hacía la faena pensaba en él como el resto de la noche ya que sus ojos quedaron grabados en mi a fuego, eran inolvidables, sin contar sus labios finos y fríos.

Me levanté con más ánimos pensando que lo vería, eso me hacía levantarme de un humor exquisito, mi vida empezaba a mejorar. El sueño volvió pero era distinto la niebla me sujetaba por la cintura, su tacto no me molestaba, era agradable y me gustaba. Volvió a envolverme besándome con aquella dulzura y deseo.
Llegue en un momento a la calle de Erik, él subió al coche introduciendo otra galleta en mi boca ni que fuera un loro. El viaje por una vez en la vida fue lento, pero fue culpa de Erik y su obsesión con mi pelo se paso parte del viaje removiendo mis rizos. Estaba muerta de ganas de ver a Damien.
En la puerta mientras esperaba con Erik llego Damien con su paso elegante.
-Buenos días- sonrió y miro a Erik un poco extrañado, no le di asunto ya que prometí presentárselo.
-Buenos días Damien, os presentó el es Erik mi mejor amigo,- señale a Erik que miro a Damien de arriba a abajo-Y Erik el es Damien el chico que conocí ayer.
Empezamos a hablar los tres hasta que llegó Elena que también se la presente a Damien.
A los dos parecía que les caía bien Damien esa era una muy buena señal. Parecía que él les conociera más que yo y todo, su facilidad para mantener una conversación con cualquiera era realmente odiosa, pero bien, esa era una de sus facetas que me encantaban ya que esa era una de mis carencias, por desgracia.

La semana se iba terminando, en la cuál fui conociendo a Damien. Me extrañaba su actitud, yo que era una persona de poca habla le explicaba cosas de mi vida, pero él nunca preguntaba nada como si todo ya lo supiera. Aun así, era un chico atento y encantador que me mostraba una sonrisa después de cada frase, frases que a veces se quedaban a medias o que no acababa de entender. Parecía que él fuera de otro mundo... aunque no me sorprendía yo misma a veces también parecía de otra galaxia. Cuando me di cuenta era el fin de semana, fue de los fines de semana más largos de mi vida, deseando volver al instituto para verle. Las semanas pasaron sin parar, con rapidez y con destellos de felicidad.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Capitulo7 Reencuentro


Oía el maldito despertador que me sacaba de mi sueño, me di la vuelta haciendo ver que no lo oía pero el no desistía. Me levante despacio con esa estúpida calor pegada a mi cuerpo, al poner los pies en el suelo note el tacto agradablemente frío del suelo y una brisa fresca me recorrió, estire mis brazos para que me acariciara con su mano helada y suave.
Me dirigí al escritorio donde reposa mi móvil que era mi despertador. Con un rápido movimiento de mano lo pare, fui hacía la ducha con los pies descalzos para seguir notando aquel tacto frío.
Al llegar al baño me mire en el espejo, vi mi melena de rizos rojos desordenados y mi cara de sueño, mañana a las nueve en la cama, siempre pensaba lo mismo pero a la hora de la verdad no lo cumplía. Esa noche el sueño que tenía desde niña volvió, ese frío tan agradable me rodeaba, era una niebla que me envolvía como si fuera una persona, sentía su caricia y como besaba mis labios pero jamás le veía el rostro, pero no era una pesadilla era un sueño agradable todo mi ser anhelaba a aquella niebla, anhelaba que esos brazos me rodearan.

Después de mi ritual matutino cogí el coche y fui a buscar a Erik uno de mis mejores amigos, a la que me quise dar cuenta ya estaba en su calle esperándolo, empece a ponerme mi collar, el talismán que siempre me daba suerte, el medallón que el maniático de Erik decía que era horrendo y de otra época. Pero a mi me fascinaba el búho negro con virutas rojas.
Mire hacía la calle y lo vi venir con sus galletas en la mano, era un chico especial, que yo sepa nos conocemos desde pequeños, siempre hemos ido juntos a todas partes pero este sería nuestro último año juntos. En cuando acabará el instituto me trasladaría de ciudad.
Era una decisión que tome hace tiempo porque me aburría permanecer tanto tiempo en un lugar y así se le une que la carrera que quería hacer se encontraba lejos de allí.
Cuando me fije, él ya estaba al lado del coche, era un chico guapo con la piel fina, de una estatura media, con un cuerpo no demasiado atlético pero bien formado. Su pelo color castaño combinaba con sus ojos color chocolate, o eso era lo que me decía él para justificar su aspecto más bien peculiar, aunque según mi opinión, era todo lo contrario. Su manera de ser era como una danza tribal, siempre estaba de un lado a otro, con un ligero perfume tan agradable que me dejaba atontada.
Si de algo si que podía presumir, era de mi gran olfato. En realidad siempre había tenido una gran capacidad de percepción, siempre he sabido identificar recuerdos del pasado con perfumes, tactos, ruidos... Aunque siempre hay una sensación que me daba calma y confianza. El frío hacía que me sintiera reconfortada y tranquila, nunca había sabido el motivo pero siempre había sido así, la única pista que tenia eran los sueño en los que la niebla era fría.

La sensación que Erik me hacía sentir me reconfortaba, siempre me producía confianza, el leve poder que su cuerpo emite hacía que me sintiera cómoda junto a él. Su cara siempre mostraba una vitalidad increíble, una cosa era cierta, nunca paraba quieto. Era el chico mas sensible y sentimental que había conocido nunca, a veces sentía que demasiado y todo. Lo peor era que siempre me sacaba de mis casillas cuando intenta redecorar mi casa y mi look. Lo sabía, lo iba a echar de menos. Al entrar al coche me miraba con su infinita sonrisa y dispuesta para mi.
-¡Buenos días Kasi!, ¿Quieres una galleta?- Antes de tan ni siquiera contestar ya tenía la galleta en la boca.
-Erik, no metes la galleta en mi la boca cuando tan ni siquiera te he contestado que la quiero.-Puso su mano sobre la mía mientras le veía mover la cabeza.
-Kasi se que la quieres- Puede que tuviera razón pero no se la iba a dar.
-Pues no, no la quería.
Arranqué el coche y nos dirigimos al instituto. De camino Erik me recuerdo todo el planing del día como si no me acordara de la reunión con el tutor y de toda la faena que tuve que hacer.

Al llegar a la puerta vimos llegar a Elena mi otra mejor amiga, era una chica atlética, alegre y habitante del mudo yupi aunque era un mundo yupi mágico, ya que la magia era una de sus pasiones aunque a mi me parecía una tontería, pero para ella era una de las cosas mas importantes que existían, sin contar su tremenda pasión por la naturaleza, si te encontrabas cerca de ella y dañabas ni que fuera una hojita ella no te perdonaría por mucho que la suplicaras. Era alta, bueno más alta que Erik y por supuesto mucho más que yo que siempre era la bajita, el color de su cabello era castaño y lo tenia liso, sus ojos, del mismo color que los míos verdes pero su verde era más clarito que el mio, como si reflejara sus pasiones. Ella si que me comprendía también la conocía desde que eramos enanas.
Ella era la cómplice de mis planes malignos como ella los denominaba, teníamos nuestro propio lenguaje sin palabras el cual Erik sabía de su existencia pero no comprendía, algún secretito entre chicas teníamos aunque Erik quisiera ser parte de él. Elena se acercaba con una sonrisa en la boca y su bicicleta en las manos, los dos la saludamos y ella aligera el paso al vernos.
Como cada mañana hablamos hasta que entramos en clase, allí Elena se sentaba con Erik y yo delante de ellos porque no podíamos ponernos los tres, normas estúpidas que nunca comprendería, pero que me hacían sentarme sola delante de mis mejores amigos.

Las horas pasaban como si tuviéramos que suplicarle al reloj, pero tanto suplicar hizo que fuera la hora de ir a hablar con el tutor.
Me dirigí al departamento de filosofía que era donde se encontraba mi tutor, hablamos de lo de siempre esfuerzo y todo eso ya que era la típica reunión que ha de tener con todos los alumnos al principio de curso para animar y ofrecernos su ayuda, sabía que ese año era especial, era el último, sentí un cosquilleo en el pecho donde reposaba el medallón, el también sentía que ese año sería especial.
La reunión a acabo antes de lo previsto y el tutor me acompaño de vuelta a mi aula que ahora me tocaba ciencias de la tierra que por suerte estábamos viendo un video y no era tan rollo.
Al llegar vi que en la mesa que se encontraba junto a la mía había un chico nuevo, ya había oído hablar de que llegaría, note como enrojecía y me senté a su lado. Era un chico extraño, noté algo raro en él, no sabría decir que, sentí como la niebla helada intento abrirse paso en mi mente. Tenía el cabello brillante, liso y negro, sus ojos eran grises era más alto que yo era más o menos de la estatura de Elena, no se le veía musculoso pero tampoco poca cosa y lo más importante ¡Era guapísimo!
Me miro y sonrío, nunca había visto una sonrisa tan blanca ni que me acelerara el corazón, la niebla se evaporo y solo sentí los golpes de mi propio corazón.
-Encantado, soy Damien- Se me hizo un nudo en la garganta que impedía que me salieran las palabras, él me miraba con sus profundos ojos como si me estudiara mientras por lo bajo oía a Erik comentar algo.
-Yo... soy Kasia- Que vergüenza, a su lado casi ni me salía mi nombre, empece a sacar el libro nerviosa por el ridículo que acababa de hacer.
Al sacar el de ciencias me fije en que llevaba el de “Armand el vampiro”, no se para que si no iba a poder leerlo. Vi como él se inclinaba hacía mi mientras miraba el libro.
-¿Te estas leyendo ese libro?- Me sobresalto el sonido de su voz y le dije que si con la cabeza mientras le sonreía, me daba miedo que al intentar hablar la vergüenza se quedara mis palabras en vez de dejarlas fluir- Espero que sepas apreciar cuales son los mejores
-Por supuesto, los tres primeros me encantan esos libros- la vergüenza ya no era tan intensa, ya podía hablar como siempre, como si le conociera- espero que también sean los tuyos.
-Por supuesto son los mejores libros- La profesora nos mando callar, al acabar la clase salí hablando con él de las cosas que teníamos en común. Al despedirnos beso mi mejilla cosa que me dejo paralizada por la sorpresa, los chicos no suelen despedirse así, luego mi cara adquirió un rojo radioactivo fuera de lo normal, era un beso dulce, delicado, como si llevara tiempo esperando esa oportunidad, su tacto era helado como la niebla de mi sueño.
Mire a mi alrededor y me encontré la mirada de Erik que decía en mayúsculas “CUENTAMELO TODO”, mientras Elena sonreía a su lado sabiendo que ella también se enteraría.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Capitulo 6 El medallón


Al paso de las noches Melani se distanciaba de él, parecía una estatua a su lado, se giró hacía él pero no era capaz de decir lo que pensaba.
-¿Que te pasa Melani?- Harto de esperar preguntó.
-Nada malo, tranquilo, quiero ir por mi lado.-La miró extrañado ella odiaba la soledad- Es mejor, piénsalo, si sigo aquí tu pequeña Kasi llamará la atención de los hechiceros y eso no es bueno. Pero prometeme que cuando sea como nosotros vendréis a verme.- Se levantó del lado de Damien lista para marchar.
-Gracias Melani, no voy a intentar detenerte porque cuando se te mete algo en la cabeza no lo olvidas- sonrío, porque era una gran amiga para él que le enseño a aguantar hasta la llegada de Kasia.
-De nada hombre, quiero conocerla, no olvides tu promesa, sino vendré yo y sera peor- Sonrió pero se podía ver como debajo de esa sonrisa, las violetas de sus ojos escondían las lagrimas que no quería que fueran vistas. Beso sus mejillas.- Te quiero mucho Damien y te debo mucho.- Miro el cristal donde al otro lado Kasia jugaba- Y a ti mas te vale no irte esta vez, que tenemos que ser amigas- Volvió a mirarlo, guiño un ojo y pudo ver como desaparecía el ultimo destello dorado de sus cabellos en la oscura noche.

Damien decidió vigilar a la niña para poder estar presente cuando el medallón volviera a ella, no tubo que esperar mucho, al pasar un par de meses, su madre llevo a Kasia y un amigo de ella a la playa, Damien no soportaba aquel lugar, el sol no lo dañaba pero era muy molesto, se sentó en la toalla que había extendido en la arena por detrás de la madre de Kasia para que esta no sintiera su presencia.
Vio a la niña jugar en la arena y correr de arriba a bajo con su amigo, pero de repente Kasia paro haciendo que el niño cayera, observaba el agua absorta como si la llamara. Su madre levanto la vista del libro para decirle que no se acercara al agua, pero Kasia no obedeció, echo a andar hacía el agua.
Las olas eran demasiado fuertes podían arrastrar a una niña como ella sin mucha dificulta.
Damien se levanto dispuesto a correr si fuera necesario salvar a la pequeña.
Kasia siguió andando con paso firme hasta que sus piececillos tocaron el agua, de repente una ola la empujó hacía la tierra haciendo que cayera de culo en la arena. Su madre grito su nombre con todas sus fuerzas y Damien ya se había preparado para correr a coger a su vida, no quería volver a perderla y el agua no se la arrebataría.
La ola no le causo mucho daño porque se levanto y entre sus manitas se encontraba el medallón, era lo que había echo que la ola no se la tragara, Damien sabía que volvería a ella por si solo.
Su madre lo observo extrañada mientras la niña le exigía que se lo devolviera que era suyo, le prometió que al volver a casa se lo daría y lo guardo en la bolsa muy extrañada ya que era igual que los pendientes que su hija había encontrado meses atrás.
Damien ansiaba poder tomarla entre sus bazos de nuevo, cada vez quedaba menos...

Capitulo 5 La muñeca


 -Pues para ti, a mi me da miedo. Pero prima ten cuidado no se mueva por la noche jeje- Salio del comedor con paso ligero para jugar con en resto de cosas que tenia amontonadas.
La niña de pelo rojo observo la muñeca detenidamente, luego miro a su madre que estaba sentada en una silla.
-Mama, Aran no la quiere, ¿puedo quedármela?- La madre la observo y antes de que ella contestara lo hizo su tía.
-Por supuesto amor, para ti, si tu prima no la quiere peor para ella, en teoría es para la primogénita, pero si se rompe un poco la tradición no pasa nada.- La niña sonrió y Damien sintió como su corazón daba un vuelco, lo sentía de nuevo en su pecho el dolor se hizo punzante, todas las dudas desaparecieron era Gabrielle, nadie lo podía negar.

Melani poso la mano en el brazo de Damien mientras lo miraba con sus ojos violetas.
-¿Que te pasa Damien?-En el rostro de Melani se dibujaba la duda y la sorpresa mientras que Damien seguía en shock- nunca te he visto así.
-Melani, ¿ves a la pequeña niña de cabellos pelirrojos?- señaló a la niña que observaba su nueva muñeca, la estudiaba como si buscase algo en ese juguete, de repente levanto la falda de la muñeca bajo la atenta mirada de su madre, saco los pendientes como si supieran que estaban allí. El corazón de Damien dio otro vuelco, era Gabrielle, solo ella sabía donde estaban los pendientes.
-Por supuesto que la veo, que sucede, hemos visto muchas pelirrojas en esta familia.- Era verdad en cada generación aparecía ese rasgo, pero ninguna era como ella, ninguna había encontrado los pendientes jamás.
-Pero ella tiene los ojos verdes y es la viva imagen de Gabrielle no hay duda su sonrisa me lo ha dicho y ha encontrado los pendientes que Gabrielle escondió para que no descubrieran a su hermana- La cara de Melani se iluminó con una sonrisa radiante.
-¡Ahí que ilusión! Ella, que bien. Seguro que te mueres de ganas de ir y abrazarla. Es tan mona, ¡que pequeña! Tenemos que descubrir su nombre, porque Gabrielle esta desfasado. Le tenemos que buscar un collar o un anillo de obsidiana, ¿porque la transformaras verdad?, pero siendo tan peque... la tendrás que vigilar que no le pase nada, ¡te ayudaré!- Se la veía feliz y hablaba sin pausa, casi sin aire y atropelladamente.
-Tranquila, que tiene seis años máximo, hasta dentro de doce años tenemos tiempo, así que calmate y lo primero que haré sera devolverle su medallón, es de obsidiana así que no hay nada que buscar, sin contar los pendientes que también son de obsidiana.- Lo miro extrañada y con su mirada perspicaz mientras el sacaba el medallón con el mismo grabado que los pendientes que la niña mostraba a su madre.
-Admítelo estas emocionadisimo, es que debe de ser tan bonito verla de nuevo...-rodaban lágrimas por sus mejillas-Me alegro tanto por ti Damien, tu te lo mereces.

Cada noche volvían a ver a la niña y cada vez tenían menos dudas de que era ella, sus gestos su forma de andar su voz y esa dulce expresión, en sus oídos ya reposaban los pendientes, ya que ella los había encontrado eran totalmente suyos.
Melani se emocionaba cada vez que iba haciendo una lista de todo lo que debían conseguir para ella. Por fin una noche descubrieron su nombre, Kasia, entre su familia la llamaban Kasi, pero a Damien le gustaba más su nombre entero, en cambio a Melani le parecía más mono Kasi.

Una de las noches antes de pasarse por el hogar de Kasia fueron a un pequeño riachuelo que en esa época del año corrían unas aguas trasparentes y fieras como si una manada de animales salvajes se trataran. Damien se situó en la orilla, se quito la cadena de plata que rodeaba su cuello donde se encontraba el medallón de Gabrielle, cerro la cadena, la cogió entre el dedo índice y pulgar, situándola sobre el riachuelo.
-¿Qué haces?- Melani parecía horrorizada- Es el medallón de Gabrielle.- Damien la miró como si acabara de percatarse de su presencia.
-Lo lanzaré al riachuelo.- Melani estiro el brazo hacía él, pensó que había perdido la cordura.
-Pero se lo has de devolver, no lo hagas.- Damien sonrió melancólico.
-Se lo estoy devolviendo, volverá a ella, se que es Gabrielle pero esta es la prueba definitiva, volverá con ella.- Soltó la cadena viendo como el agua lo arrastraba, en pocos segundos desapareció de su vista mientras Melani observaba el semblante de su amigo.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capitulo 4 Melani


 Su nombre era Melani, tenía impulsos de una homicida en todas las de ley, caprichosa como una niña pero mortal como la más peligrosa de las víboras. Creía que matar se trataba de un juego y no era así, Damien hacía todo lo posible para mostrarle que la vida humana tenía importancia, para él la vida humana era lo mas importante y era tan frágil, matar no era el objetivo, tenía que ser capaz de jugar con sus dones para conseguir alimento sin dañarlos. Aunque Melani tuviera todos eso problemas Damien la podía controlar, era un trabajo agotador pero podía manejarla ya que a medida que pasa el tiempo los vampiros se hacen más poderosos, aunque no lo aparentan, porque sin un control los joven puede causar estragos como arrancar puertas al abrirlas o tirar arboles de un ligero empujón, pero eso no era poder, era falta de control.

Después de varios años de control y entrenamiento Melani era poderosa y era capaz de controlar todo el poder que las tinieblas le habían regalado. Pero el eterno problema la elección de las victimas y el como disimular, Seguía bebiendo sin control la frenesí por la sangre era dura pero tenía que aprender a sobre llevarlo, no podía ser un monstruo de pesadillas que asusta a los niños con sus colmillos.

Ella observaba a Damien con sus ojos violetas fijos en él, cepillando su cabello delate del pequeño tocador que componía la habitación de un pequeño hotel donde practicaba su control mental, ellos no tenían porque pagar si ella era capaz de controlar a los dueños del lugar, era una tarea un poco difícil, ya que no podía permitirse el lujo de ignorar ningún detalle.
-Damien, ¿cuando saldremos? Estoy hambrienta, y no me puedo controlar más- empezaba ha estar pálida pero no era para tanto, sus ojos aún eran humanos- joo... no me mires así no estoy desesperada. Lo prometo.
-Ya, seguro, pues aguanta no siempre que te entre un poco de hambre tenemos que correr, aprende a controlarlo- La voz de Damien era cortante como un cuchillo pero con esa niña tenia que ser así- y aparte piensa en los hechiceros no pueden encontrarte, recuerda que me siguen.
-¿Esta noche también iremos a ver la tumba de Gabrielle?- Damien bajo la vista hasta las baldosas la echaba de menos por eso cada noche la arrastraba a ese lugar, ella iba sin rechistar respetando la tristeza que habita en la alma de Damien, seguía roto y culpable- Le llevaré mimosa seguro que le hubiera gustado, me gustaría tanto haberla conocido...
Melani era una chica encantadora, de camino al cementerio siempre llevaba un pequeño ramo de flores, era una homicida descontrolada y peligro era su segundo nombre pero tenía buen corazón.
Después del cementerio venía su parte favorita de la noche la de buscar algún manjar, le encantaba jugar con sus presas antes de probar bocado, empezaba la noche con algún apuesto joven que la invitaba a una copa, ella tomaba su copa y luego tomaba de él mientras Damien la vigilaba desde lo lejos. En segundo lugar alguna chica fácil que no aguantaba y por ultimo un cualquiera. Damien por lo contrario con una joven tenía suficiente ya que a medida que pasan los años la sed se va calmando, nunca desaparece pero cada vez necesitan menos.

Pero esa noche paso algo fuera de lo habitual una de sus presas, la primera, el joven resulto no ser lo que pensaban, era un hechicero que la dejo creer que estaba bajo su control pero los vampiros no pueden ejercer control mental sobre esos seres.
Él creyó que estaba sola así que la arrastro con él a un callejón donde creyó que podría eliminarla sin llamar la atención.
Ella se dejo llevar creyendo que era un joven humano, Damien los seguía preocupado por Melani, porque un joven controlado no tendría agudeza mental para llevarla con él, sino que sería un mero títere que se dejaba arrastrar por el vampiro.
Observó el juego del hechicero, cuando la tubo a solas le propino un golpe mientras pronunciaba un hechizo en su lengua porque la lengua de la magia es solo conocida por ellos, porque solo los seres mágicos podían llamar su fuerza.
Damien saltó delante de ella mostrando sus colmillos y siseando como una serpiente, él se sobresaltado no había sentido su presencia, eso significa que era un hechicero inexperto.
Vio como en sus manos se congregaba más magia gracias a otro hechizo, lo lanzo pero no llego a dañar a Damien ya que era un vampiro lo suficiente antiguo para que una magia tan débil no causase ningún síntoma en su piel.
Intento correr pero enfrente tenia a Melani mostrando sus colmillos esperándolo y detrás estaba Damien, un vampiro antiguo.
El joven no sabía que hacer, intento lanzarles otro conjuro pero antes de que lo consiguiera Damien ya había llegado a su cuello, era tan inexperto que ni siquiera sabía que debía proteger su cuello de sus colmillos si quería salvar la vida. Lo mató rápido, dejó caer el cuerpo en aquella callejuela, lo abandono sin tan ni siquiera detenerse a ocultarlo.
Melani le observo con los ojos desorbitados, era la primera vez que él mataba, saltó delante de ella con una elegancia felina y a una velocidad que no lo pudo seguir con la vista. Melani corrió hacía él, que la dejaba atrás, posando la mano en su brazo intentando detenerlo, Damien freno un poco el paso para ponerse a su altura.
-Damien ¿que aremos con el cuerpo?- Su voz parecía que iba a quebrarse.
-Dejalo hay, es un aviso para el resto de hechiceros, así nos temerán.
-Pero los humanos lo encontraran.
-Jamás, los magos no lo permitirán, les interesa conservar su secreto.
-Lo has matado- Eso era lo que ella quería decir desde un principio no el resto de preguntas absurdas.
-Lo se.
-¿Por que? Tu no matas.
-A ellos si, es una cuenta pendiente, y si no lo hubiera matado volvería a por ti, ya que sabe como eres y también que vas acompañada por mi.- Esa noche no probo bocado, estuvo afligida por la muerte que había visto.

A Melani le costo años controlar sus habilidades pero gracias a la paciencia y la ayuda de Damien el descontrol y el matar termino. El tiempo y la rutina le habían echo bien y estaba muy contenta de ser por fin la poseedora y no la poseída, ya era capaz de controlar todos sus cambios, sus trastornos y sobre todo la sed que parecía dueña de todo su ser.
Se dirigieron a casa de los descendientes de Eleni ya que hacía unos diez años que no vigilaban el paso de las generaciones, ya que la vampiresa alocada no era una buena compañía a la hora de cuidar de unos humanos.
Se acercaron a la casa donde podían ver a una niña de cabello negro y ojos verdes que mira con desagrado la reliquia familiar, la muñeca de Eleni que había pasado de generación en generación como la niña había deseado, Damien pudo apreciar los pequeños bultos que aún conservaba la muñeca, los que pertenecían a los pendientes, nadie los había tocado, seguramente no sabían ni de su existencia.

De repente se oyó una voz infantil que venía de la cocina. Entonces Damien la vio, la pequeña niña de pelo de fuego y ojos verdes, mirando a su prima con extrañeza.
-Arantxa, ¿no la quieres?-pudieron escuchar todo lo que decían a través del cristal gracias a su avanzado oído.
La niña llamada Arantxa miro a la acabada de llegar.
-No, es fea, ¿no me digas que te gusta?- en su rostro había sorpresa.
-Si me gusta, es una reliquia familiar y si no la quieres me la quedo- Damien no daba crédito a su vista, no podía ser Gabrielle, Melani lo observaba con cierta preocupación.

martes, 6 de diciembre de 2011

Capitulo 3 La espera



*
Llegó a palacio donde solo encontró ruinas no había nadie, esos bárbaros lo habían destruido todo el palacio parecía un castillo de fantasmas con las puertas y las ventanas tapiadas, no había esperanza de que encontrará a nadie vivo, de la realeza solo quedaban Eleni y Gabrielle, su amada la que le daba la vida en la muerte, cogió el medallón que ella le había dado, le dolía haberla dejado allí sola pero era mejor así ya que no era prudente que la joven acompañará al vampiro, los hechiceros la podrían dañar con intención de dañarlo a él, eso era una cosa demasiado dolorosa de tan ni siquiera pensarlo. Ya que si aquel hechicero llegaba a descubrir que ella era su vida la destruiría sin pensarlo y si algo le pasara por él se torturaría por siempre.
Llevaba tiempo lejos de ella, la añoranza se hacía punzante en su corazón vivo de nuevo, ese tiempo era horrendo, pasaba suplicante y lastimero ya que no podía sentir a su amada entre sus brazos.
Corrió a por ella para poder abrazarla, notar su calor y oír su pequeño corazón latir ese sonido que le daba la tranquilidad que él tanto anhelaba, lo único que saber que todo lo que ella conocía había desaparecido la dañaría pero él la consolaría hasta que sus ojos se secaran.
Notó algo malvado avecinarse y un escalofrío recorrió su cuerpo helado, se estremeció solo de pensarlo. Oyó en su mente la llamada de Gabrielle, su amada lo necesitaba, no quiso ni imaginar lo sucedido él solo corrió hacía la voz suplicando llegar a tiempo. Sabía que entre las masas estaba su aliado pero quien sabe quien podría desear dañar a esa flor que se abre paso en la oscuridad.

Al llegar a la posada solo encontró cenizas, tembló como un simple humano pero echó a correr sintiendo el olor de Gabrielle ese dulce olor que Damien reconocería en cualquier lugar ese aroma que desde que la conocía le había vuelto loco, en palacio por las mañanas al sentirlo miraba hacía el cielo y la veía como un ángel al cual el viento le acaricia los cabellos.
Encontró a Gabrielle pero era tarde, solo era una pequeña muñeca inmóvil que yacía en el suelo inerte, el olor a su sangre lo inundaba todo mientras él caía de rodillas a su lado, no era capaz de diferenciar donde acaba su cabello ya que estaba encharcado en ese flujo rojo, el aliento de la vida la había abandonado. En el suelo junto a ella abrazó el cuerpo de muñeca mientras su corazón se hacía pedazos y su alma se caía al suelo.
En el abrazó noto la fragilidad de su pequeño cuerpo frío, sin vida mientras sus lágrimas caían mezclándose con la sangre que le había arrebatado la vida a la joven y se maldecía por no haber llegado a tiempo. La había perdido, no la recuperaría por mucho que rezara. Mientras la abrazó noto que dentro de su pequeño cuerpo había algo que no era suyo, una esencia mágica, una esencia que contaminaba su cuerpo, una magia oscura, sangre que no le pertenece, que pertenecía al cadáver que yacía a su lado, era un hombre joven que Damien había envidiado en una ocasión.
Cogió a su amada Gabrielle no podía permitir que su cuerpo se quedará allí, le dio un entierro justo proporcionándole el descanso que merecía, intento dejar el medallón manchado con la sangre de Gabrielle pero no tuvo fuerzas, lo volvió a poner en su cuello, limpió la sangre que lo manchaba, pero en la punta de las alas quedo una mancha roja que no desaparecía, las pequeñas manchas de los ojos seguían ahí brillando sobre la obsidiana igual que la punta de las alas.
Recordó las palabras de Gabrielle “Toma esto así me tendrás siempre junto a ti”, lo escondió bajo su camisa y partió en busca de la pequeña Eleni ya que prometió cuidar de ella.

La encontró desaliñada vagando por las callejuelas de París no había duda de que era ella esos ojos claros como las aguas eran inconfundibles aunque la niña se encontrará perdida vagando y sus ropas no estuvieran tal y como él las recordaba, parecía una niña de calle, pero no lo era por sus venas corría esa sangre real que le había costado la vida a su amada.
Al verlo corrió hacía él con los brazos abiertos, los ojos inundados y la muñeca en la mano. La tomó en brazos, la niña estudió su rostro temiendo la horrible desgracia, solo verle la cara ya supo que sucedía y lloro en su hombro. Cuando los ojos se le secaron la niña le mostró el escudo real que se escondía en sus pendientes, aquellos pendientes que Damien había visto en Gabrielle.
-Dejalos hay, nadie puede encontrarlos jamás o por el búho podrían llegar a descubriros.- La niña asintió bajando las faldas de su muñeca.
-Are que esta muñeca pase a todas mis hijas así el recuerdo de mi hermana no se perderá jamás ya que solo ella y yo sabemos donde se encuentran.- A Damien le pareció buena idea y le busco un buen hogar donde podía ser feliz, si llegaba a serlo ya que había perdido todo su pasado, solo le quedaba aquella muñeca que guardaba aquel recuerdo tan valioso, la niña se despidió de él aunque ella quería permanecer a su lado porque era lo único que le ataba a su amada hermana, pero no podía ser, ya había fallado una vez a Gabrielle no podía fallarle de nuevo.

El vampiro paso varios años sin rumbo fijo, simplemente vigilando a la niña, hasta que un día encontró una joven de poderosos ojos violetas y cabello de oro, no se parecía en nada a Gabrielle pero algo debía hacer en su eternidad. Ella era como él pero diferente, Damien domina sus habilidades en cambio a ella las habilidades la controlaban.

La encontró una noche tormentosa matando sin control, lloraba como una niña desesperada, se acercó despacio sujetándola por los hombros.
-¿Que haces? Te descubrirán pequeña estúpida- le miro con sus ojos muy abiertos y expresión asustada como si fuera ella el cervatillo al lado del poderoso puma.-¿Porque los matas? No es necesario.
-Tu que sabrás, no lo entiendes ¡nadie lo hace!- la mirada de Damien fue severa y ella se encogió más sobre su víctima.
-Soy igual que tu, pero con más categoría- La muchacha pareció sorprendida, como si no se acabara de creer las palabras de aquel desconocido.
-En serio, ¿vampiro?- Soltó a la presa haciendo que chocara con el suelo encharcado- Ayudame, no se nada de este mundo, te necesito- la mirada de sus ojos violetas hizo que aceptara ayudarla la veía tan sola y perdida, recordó como se sintió el mismo cuando cambio de mundo. Le habló de Gabrielle, al contarle la historia lloró, sus lágrimas hicieron que Damien se sintiera más tranquilo y comprendido, aunque el dolor seguía punzante y la culpa resonaba en su cabeza cada vez que se permitía pensar en Gabrielle.
Al poco tiempo le regaló un collar de obsidiana la piedra que les permite salir al sol ya que todavía le parecía mas deprimente solo moverse de noche, le enseñó todo lo referente a el mundo que ambos compartían, por supuesto no olvidó la promesa que le hizo a Gabrielle, vigiló desde la distancia a la descendencia de Eleni, pero lo único que veía eran niñas pelirrojas de ojos distintos o niñas de ojos verdes, pero jamás eran sus ojos, jamás era su expresión, solo eran niñas, ninguna era Gabrielle.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Capitulo 2 Todo empezó por cuenta del pasado...


*
-Amadeo!- El amo llamo a su siervo como si se tratara de un niño que no hacía lo que se le mandaba.
-Si amo, estoy aquí ¿que quiere?- El joven miro los ojos de su amo negros como la noche con aquella expresión perversa que asustaría a cualquier persona pero Amadeo no era fácil de asustar.
-Es hora que vayas a por ella, ese maldito vampiro no podrá cuidar de ella para siempre, la dejara y eso ara que caiga en nuestras manos. Recuerda Amadeo si me entregas lo que deseo ella sera tuya para siempre, ya sabes que no es de mi interés- Amadeo asintió tranquilamente aunque en el fondo de su alma la ira ardía, como osaba el vampiro tocarla, sabía que si encontraba aquel monstruo seria capaz de destruirlo aunque su cuerpo solo aparentaba unos treinta años pero era un hechicero poderoso, jamás como su amo pero lo suficiente para conseguir lo que deseaba con todas sus fuerzas, solo debía entregarle aquel objeto a su amo y la joven sería suya por la eternidad.
-Por supuesto que iré y se la traeré, no se preocupe- El amo asintió observando como Amadeo desaparecía en la oscuridad lo último en desaparecer fueron sus ojos color chocolate que brillaban dando paso a la nada.

*
Observe a Damien mientras parecía que intentaba decir algo como si reuniera el valor adecuado, como si aún no lo hubiera decidido.
-Gabrielle, amor, tengo que irme- abrí mucho los ojos, me estaba dejando atrás, no podía permitirlo, no podía perderle- Gabrielle no me mires así no puedo llevarte conmigo es peligroso. Tienes que quedarte aquí con Eleni y cuidarla.
-Pero no quiero que me dejes,- de nuevo note el sabor salado de mis lágrimas, esa presión en mi pecho, algo iba a suceder lo sentía. Mire sus ojos el dolor se hacía presente él no quería marchar pero debía su mirada me lo decía- no me dejes, tu no.
-Volveré a por ti amor, lo juro, estés donde estés te encontraré y volveré a tu lado.- Me beso con todo la dulzura del mundo, hubiera deseado que ese momento fuera eterno pero nuestros labios se separaron.
-Te quiero Damien y te estaré esperando. Toma esto así me tendrás siempre junto a ti.- Me quite el medallón, se lo puse al alrededor del cuello, lo tomo entre sus dedos el búho brillaba a la luz de la luna, ahora él llevaba mi casa.
-Te quiero Gabrielle y volveré por ti, estés donde estés te encontraré. Te juro que te lo devolveré- Vi como se alejaba de mi con su paso felino pero rápido, abracé mis rodillas escondiendo mi cara mientras lloraba. Le echaría de menos pero se que volvería, ya deseaba que me devolviera el medallón porque significaba que volvía junto a mi.

El tiempo pasaba tan despacio sin él, nunca pensé que fuera tan difícil que pasaran los segundos. La única que no sentía como el tiempo se detenía en aquel lugar y momento era Eleni, parecía feliz y por una vez en la historia parecía una dama, ni en palacio sucedía aquello, parecía que tratara de honrar la memoria de nuestra madre cediendo a esos modales y ropas. Ya no se quejaba cuando peinaba su cabello o la hacía cambiarse de vestido, eso me parecía tan irreal y a la vez tan maravilloso, mi pequeña ya era una princesa en vez de una niña de cuadras como la llamaba nuestro padre. Le regale los pendientes con el búho de nuestra casa ya que mi medallón lo llevaba mi amado, ella luciría mis pendientes y cuando todo aquello pasara podría demostrar que el trono le pertenecía.
Solía salir cada noche al hermoso jardín, mirando hacía el fondo de este me parecía ver aún a Damien marchar, cerraba los ojos apelando al recuerdo de sus brazos a mi alrededor hasta que la fría brisa me sacaba de mi sueño demostrándome que me encontraba sola en la noche, el aire como una broma cruel susurraba con su voz aterciopelada pero todo aquello era parte del deseo que sentía de volver a oírle diciendo que me ama. Respirando profundamente me di cuenta que el viento no me traía su voz, sino miles de voces que gritan, un escalofrío me recorrió, me levanté de un salto al tiempo que la señora de la posada salía con Eleni de la mano, sus ojitos azules eran vidriosos, solo necesite aquello para saber que sucedía, sabía que nos tocaría huir de nuevo.
-Mi señora, coja a la niña, que viene a por vos, corran salgan por el jardín y yo los entretendré.- Agarre la mano de Eleni, ella me devolvió el apretón con fuerza, tenia miedo pero aquello me indicaba que iba a ser todo lo valiente que pudiera, llevaba su pequeña muñeca en la mano y mis hermosos pendientes en sus orejitas, la arrastré por el jardín hasta salir a la calle por allí corrimos sin rumbo, huyendo de las voces que nos perseguían. Pensé en Damien él era el único que podría salvarnos en aquella ocasión, lo llame esperando que me oyera, era casi imposible pero debía intentarlo.

Note un brazo alrededor de mi cintura la esperanza recorrió todo mi ser, pero al dirigir la mirada hacía el brazo que me rodeaba, encontré que el hombre que me había sujetado no era Damien, se trataba de un joven que tendría unos treinta años de mirada tranquila y ojos color chocolate, algo hizo que me estremeciera, en esos ojos se escondía algo, no iba con la muchedumbre pero mi interior me advertía que no confiara en él.
-Tranquila no voy a haceros daño,- me miro a los ojos y luego miro a la pequeña niña que tenia los ojos llenos de lágrimas y abrazaba su muñeca - corran por allí- fui a echar a correr cuando note que su brazo seguía en mi cintura, mire hacía sus ojos donde reinaba la paz y en sus labios una sonrisa dulce- usted no- mire a la niña que me observaba.
-Corre Eleni, huye Damien te encontrará y cuidara de ti lo prometió- me agache junto a ella quitándole los pendientes y guardándoselos en el vestido de la muñeca- Sera mas seguro para ti que no se vean, ahora corre mi vida, te quiero Eleni- vi como corría entre las calles mientras miraba hacía atrás en sus ojos vi como esperaba que fuera tras ella. El joven miro hacía mi cuello como si buscara alguna cosa, mascullo una maldición mientras intentaba mirar dentro de el cuello de mi vestido, le intente apartar de un empujón pero su brazo era firme en mi cintura. Cada vez se oían mas cerca las voces y él joven maldecía.
Observé que algo brillaba en su mano mientras pronunciaba unas palabras que no fui capaz de entender, acerco su muñeca a mi boca y sentí el sabor tan peculiar de la sangre mientras seguía escuchando esas palabras sin sentido, algo tapaba mi visión, empujando al joven conseguí apartar lo que me impedía ver. Antes de caer inerte delante mio pude ver como me sonreía mientras murmuraba que nos volveríamos a encontrar. Observe como una de sus muñecas estaba desgarrada me horroricé al pensar que había sido su sangre la que había fluido por mi garganta. Me quede paraliza mientras las voces se acercaban a mi, al verlos llegar solo pude cerrar los ojos mientras temblaba de terror, me agarraron mientras reían y pronunciaban palabras obscenas.
-¿Princesa sin reino donde esta su hermana?- La voz era grabe y en ella había una burla que cambio el terror por la rabia, sabía que era mi final y moriría luchando. Cerré los puños pegados a mi cuerpo, le golpee con toda la fuerza que reuní, el hombre se tambaleo. Detrás de él apareció otro hombre alto de cabellos negros que me recordaron a los de Damien pero no era él, los ojos de este hombre eran como el oro fundido.
-Me podréis matar pero nunca encontrareis a la niña, os doy mi palabra sucios rufianes.- di un paso atrás si me daban tiempo a correr no sería en la misma dirección que mi hermana.
-Se acabo estúpida niña- note un golpe, mientras veía como el hombre de ojos de oro estiraba su brazo hacía mi gritando un sonoro no, pero mi mente solo pronunció una ultima frase “Damien te quiero” y entonces la oscuridad eterna me engullo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Capitulo 1 El comienzo


El sol me quitaba el sueño mientras el palacio iniciaba su movimiento, abrí los ojos viendo el bonito dosel sobre mi cabeza, aquel dosel azul que recordaba desde niña. Me levante despacio sintiendo la piedra helada bajo mis pies. Me acerque al ventanal por el cual entraba el sol, aparte las enormes cortinas dejando que entrara el recién nacido que iluminaba toda la habitación. Abrí aquella ventana dejando que el viento de la mañana revolviera mis rizos rojizos y hiciera volar mi camisón blanco.

Me senté en el borde de la ventana viendo como los sirvientes iban y venían, se que era muy pronto para una noble como yo pero me era indiferente. Era encantador ver como el castillo despertaba, miré hacía abajo y aquel dulce sirviente de cabello de azabache me observaba, con un movimiento elegante me hizo una reverencia a la cual respondí con una sonrisa, la suya era mas bella pero no paró siguió con su trabajo aunque su señora le observara.
La puerta del dormitorio se abrió y entro mi sirvienta con una jarra de agua que dejo en el tocador, me observo y con una sonrisa se fue directa al armario.
-Mi lady no comprendo cuando duerme vos, siempre que vengo a despertarla usted esta sentada en esa ventana observando el patio.- Me levanté de la ventana y fui hacia el tocador depositando el agua en aquella pequeña palangana, me lave y fui a buscar el bonito vestido color crema que reposaba sobre la cama. Observe mi reflejo y me horroricé al pensar que aquel chico me había visto así, debajo mis ojos verdes reposaban unas ligeras ojeras y mis rizos eran semejantes a la melena de un animal salvaje.
Mi sirvienta me ayudo a ponerme el vestido, a peinar los rizos y mis pies ya reposaran en los zapatos color crema con una rosa en la punta.

Bajé hacía el comedor notando como la falda acariciaba el suelo a cada paso, mi padre presidia la enorme mesa mientras mi madre desayunaba a su derecha y mi hermanita Eleni al lado de ella. Me acerqué sentándome a la izquierda de mi señor padre.
-¿Jovencita, hoy que harás?- Mi señor padre me miraba con sus ojos verdes semejantes a los míos, su rostro era dureza pura pero en su tono de voz había un amor que solo se siente hacia la sangre de tu sangre.
-Supongo que costura y escritura como se espera de mi, mi señor padre.- Él se echo a reír.
-No Gabrielle hoy tendrás que aprender como llevar un reino, tendrás guardias pero la gran responsabilidad recaerá sobre tus finos hombros. Nadie te dirá que hacer, yo solo puedo dejarte las lecciones pero dentro de tu mente.- No me veía capaz de llevar todo lo que mi padre tenía, pero era mi obligación, si fallaba, le fallaba al reino. Cogí mi copa para poder tragarme el nudo que se había formado en mi garganta.

Me dirigí con mi señor padre a la sala del trono donde los súbditos esperaban, me senté en el trono que pertenecía a mi madre a la derecha de mi señor padre. Sentía todos los ojos puestos en mi pero los que más llamaban mi atención eran aquellos ojos color plata que se perdían entre la gente. Nunca pensé que tan duras fueran las obligaciones, no podía con aquel cargo, todas mis decisiones eran erróneas y no era capaz de solucionar los problemas de los aldeanos. Me levanté y eche a correr, aquello no era para mi, sentí la mirada de mi señor padre siguiéndome hasta que salí de la sala, no me hacía falta mirarlo para saber que le había decepcionado. Salí al jardín perdiéndome entre las hermosas flores, ellas si lo tenían sencillo, solo debían ser bellas y procurar coger agua, no se les pedía nada mas, en cambio yo no era capaz de ser lo que se esperaba de mi, me senté en uno de los bancos de mármol, solté todo el aire de mis pulmones, escondí mi rostro entre las manos, sentía una vergüenza atroz por no saber hacer nada a derechas, nunca sería una buena reina.
-¿Por qué os lamentáis?- Aparte las manos y vi al joven de pelo azabache y ojos de plata, su mirada era de preocupación.
-Jamás seré lo que esperan que sea, habéis visto que no se reinar, no se decidir, no podre hacerlo jamás.- Se sentó a mi lado sin aparta ni un segundo sus ojos de mi.
-Nadie nace aprendido mi princesa, vos sois una princesa debéis aprender a ser una reina, lo tenéis en la sangre, solo debéis sacarlo a la luz. Si vuelve con paso tranquilo y una sonrisa en sus hermosos labios su padre no podrá mostrarse enojado con vos.- Sonreí a aquel joven, siempre tenía las palabras adecuadas para impedir que la desesperación se apoderara de mi.
-Muchas gracias.- Besé su mejilla y me volví hacía la sala del trono donde me esperaba el trono que un día sería legítimamente mio.

Quince de setiembre, era mi día, cumplía dieciocho años, cada vez veía mas cerca el trono y las obligaciones, aunque miraba el espejo y seguía viendo a la misma niña de ayer, con los rizos rojizos cayendo por la espalda del vestido azul claro y los enormes ojos verdes brillando sobre el rostro pálido. Decidí que en tal celebración debía llevar el escudo de mi casa, el medallón que reposaba sobre mi pecho, ese medallón con un búho de obsidiana con las alas abiertas brillando en el centro, se podían ver unas virutas rojas como la sangre que simbolizaban sus ojos, estaba sobre el fondo de plata que realzaba ese material negro como la noche. Me puse los pendientes con el mismo búho pero de alas cerradas, fueron creados para aquel medallón, el búho de obsidiana sobre el fondo de plata.
Oía la música que me llamaba como si pronunciara mi nombre, desde el espejo puede observar como se abría la puerta de mis aposentos y se asomaba la pequeña melena castaña lisa que con enormes ojos azules me estudiaba.
-Pasa Eleni, ¿qué te parece mi vestido?- la pequeña niña cerró la puerta a su paso, acercándose - ¿Qué te gusta o no?
-Si, es bonito.
Por el espejo veía como me seguía estudiando, con su vestido violeta, con unos lazos en el pelo del mismo tono y su amada muñeca en la mano, con unos lazos igual que los suyos. Era una muñeca de porcelana que padre le había regalado por su cumpleaños, la pequeña muñeca se parecía a ella con el cabello castaño y los ojos azules muy abiertos.
-¿Te a mandado padre a buscarme?
-Si, hay un montón de gente y te esperan, todo el mundo nos mirará. ¿Gabrielle no te da vergüenza?- me decía mientras miraba al suelo con sus mejillas coloreadas.-A mi si, no me gusta que me miren.-Me di la vuelta mientras ella levantaba la mirada del suelo.- No me gustan sus miradas.
La levanté del suelo haciendo volar nuestras faldas. La besé en la mejilla mientras la acunaba y se abrazaba a mi.
-Cariño, te tienes que acostumbrar, siempre nos mirarán, padre es importante y tu y yo somos su orgullo, las que tendremos que seguir con su cargo. Debemos bajar, nos esperan.- La niña sonreía abrazando a su muñeca.
La solté en el suelo y acaricié su melena.

Al llegar al gran salón todo el mundo nos observaba como Eleni decía. Entre halagos y aprobaciones pasaban las horas mientras mi pequeña hermana jugaba y yo sonreía a todo el mundo, era feliz, nuestro mundo era perfecto.

A las afueras de nuestro hogar en la noche más cerrada se oían los gritos de la revolución mientras que la gente de mi alrededor reían ajenos a ella, pero de repente, un fuerte sonido, la gente dejó de reír y empezaron a gritar.
Eleni corrió hacía mi, la cogí en brazos mientras observaba lo que sucedía a nuestro alrededor, de repente alguien agarró mi mano mientras Eleni lloraba y yo seguía paralizada. Era el hermoso joven de pelo azabache y ojos de plata fundida. Aquel joven sirviente que siempre estaba a mi alrededor.
-Mi Lady acompáñeme deprisa, yo las sacaré de aquí, vengan.- Nos arrastro por unos pasillos que tan ni siquiera yo sabía que existían. Al llegar al final estaba mi sirvienta, una muchacha delgada de rostro fino, con dos capas en la mano, una era mi bonita capa azul marino y la otra era la capa de Eleni que seguía llorando contra mi pecho.
-Mi Lady póngase la capa y póngale la capa a su hermana- yo obedecí soltando a la niña, que lloraba sin soltar su muñeca, le puse la capa por los hombros y se la anudé al cuello lo mismo hice con la mía.
La volví a recoger poniendo la capucha sobre su pequeña cabecilla lo mismo hice con la mía mientras seguía al muchacho que nos había llevado hasta allí.
-Mi Lady su caballo esta ensillado cójanlo y váyanse, lleguen hasta la posada que se encuentra en el Boulevard des Capucines, allí las esperarán y les darán cobijo, tenga esta bolsa contiene dinero que nos dió su padre para usted.

Salimos al exterior en dirección a las cuadras, monte a Eleni y subí con ella, la abracé fuerte. Ella levantó la mirada, vi sus hermosos ojos azules inundados de lágrimas, besé sus mejillas y le susurré al oído:
-Todo pasará, estaremos bien, yo te cuidaré, te lo juro mi corazón.- Salimos a galope de palacio, la gente no se percató de nuestra huida mientras entraban en nuestro hermoso hogar, llegando a la posada la muchedumbre iba desapareciendo. Una vez en ella todo pareció calmarse, Eleni ya no lloraba porque las lágrimas se le habían secado y no tenia más para llorar.
La mujer de la posada cuidó de nosotras, nos trajeron nuestros vestidos y vivimos medianamente bien, no era palacio pero conservamos la vida. Aunque seguía esperando al chico de cabello azabache que nos sacó de aquella locura.
Era la encargada de la educación de mi pequeña Eleni pero aún así había días en los que ni siquiera las tareas propias de una dama me quitaban al muchacho de mi cabeza, solo estábamos nosotras con nuestras pequeñas mantas bordadas, pero jamás perdería a mi pequeña por muchas adversidades que se nos presentarán y por mucho que la gente viniera yo los apartaría de ella con mis manos si fuera necesario.
Aunque Eleni no comprendía lo que pasaba a nuestro alrededor una niña de su corta edad no entendía porque huíamos de casa o tan ni siquiera donde estaban nuestros padres. Yo no es que supiera mucho solo que era una especie de revolución donde mataban a todos los nobles como nosotras, por eso el huir, por eso el correr y abandonar todo lo que había sido nuestra vida.

Una noche llegó el chico al cual esperábamos, sonrió al vernos y me entregó un bonito ramo de flores.
-Mi Lady os llevaré hacía el sur, donde no puedan dañaros se lo prometí a vuestro padre, iremos a las afueras de París hasta que la situación se normalice- Eleni me cogía fuerte la mano, mientras sentía la mirada de sus ojos azules en mi.- Pero de momento simplemente cambiaremos de lugar, esta posada, ya no es segura para vos.- En sus ojos de plata había una expresión que me hacía temer lo peor de todo aquello, pero tuve miedo de tan ni siquiera preguntar y mas estando la niña allí presente era demasiado dulce para sufrir el mal que nos aguardaba.
Recogí nuestras cosas, mientras la niña me miraba me di la vuelta y vi que el mar de sus ojos estaba apunto de desbordarse, no entendía y se que eso la dañaba era una pequeña muy inteligente y solo verme ya sabía que algo sucedía aunque de su boquita no salieran las preguntas indicadas.
-Eleni, ven aquí, -la niña se acerco a mi con su pequeña muñeca lo único que le quedaba de la niña que había vivido en el palacio- se que no lo entiendes, ya lo comprenderás ahora no es el momento mi princesa, ahora estamos tu y yo.
-Lo se, Gabrielle, se que no me dejaras, pero...¡quiero saber!¡no soporto no entender!- el mar se había desbordado y rodaba por sus mejillas, se mordió su pequeño labio y siguió hablando- perdona tata, es que quiero a madre, quiero estar con ella- volvía a ser la niña pequeña la que necesitaba a su madre, necesitaba el amor de ella y su protección pero no sabía si ella seguía viva, nuestra hermosa madre, la mujer de cabellos rojizos como el fuego y ojos azules como el mar, la mujer que con una mirada calmaba cualquier temor y no se encontraba a nuestro lado así que el temor no desaparecía.
El muchacho nos esperaba en la puerta apoyado en el marco de esta, mientras notaba su inquietante mirada en mi, sus ojos de plata se clavaban en mi.
-Mi lady siento interrumpir vuestra intimidad, pero debemos partir- no movió ni un musculo mientras observaba a mi hermana llorar, su cara parecía una mascara pálida de cortesía, esa cortesía que se tiene cuando no se siente cuando el corazón esta helado.
-Por cierto no me has dicho tu nombre- El sonrío, su sonrisa me hizo estremecer solo era lo que quería mostrar, sin emoción, sin nada.
Miró directamente mis ojos y contesto pausadamente:
-Mi nombre es Damien- parecía divertido mientras cogía nuestros baúles como si fueran plumas.

Abrace a la niña, la sujete fuerte y partimos a nuestro nuevo destino, acompañadas por él.
Esta vez la posada estaba a las afueras de París era menos lujosa que la anterior pero fuimos recibidas con los brazos abiertos, la dueña era dulce con Eleni y conmigo, era una mujer mayor que seguramente jamás había tenido a una niña en sus brazos. Damien por otro lado estaba todo el tiempo con nosotras, llevando a cabo todos nuestros ruegos pero era como una sombra, estaba allí pero nadie detectaba su presencia, era un vigía que durante las noches desaparecía sin dar explicaciones de nada de lo que hacía, era un alma libre de movimientos elegantes.

Una de las noches en las cuales él no se encontraba con nosotras me senté a las afueras de la posada en el jardín rodeado por una pequeña vaya de setos, era espacioso con flores que le daban un aire tranquilo, apoye la cabeza en mis rodillas recordando el pasado, mi palacio, mi vida, que ahora no había nada de ello solo quedaba los ropajes que resaltaban respecto a la miseria que me rodeaba por ello mi melancolía crecía echaba de menos a mi padre, al hombre de rostro duro, ojos verdes brillantes y cabello de madera, por una vez añoraba sus normas, su cortesía, sus clases de llevar un reino. De repente una presencia rasgo la noche sacándome del pasado, devolviéndome al presente y al darme la vuelta ahí estaba él, observándome, casi no se le diferenciaba en las sombras, era un chico extraño parte de las sombras pero con una luz que su mascara de cortesía dañaba.
Iba vestido con ropa sencilla, eran negras como todo lo que le rodeaba, resaltaba su hermoso rostro blanco, sin muchos adornos solo un pequeño pendiente en la oreja derecha, parecía de obsidiana por el brillo y el color. El pelo le brillaba, más negro que la misma noche y sin peinar pero aún así era un cabello magnifico. En sus ojos brillaba aquella plata imposible de descifrar y en su boca una risa divertida. No era musculoso pero tampoco poca cosa, estaba bien formado. Se acerco a mi con su paso elegante, con su voz dulce y encantadora me dijo:
-¿Puedo acompañaros?
-Por supuesto, te debo la vida- sonreí mientras él se sentaba a mi lado.
-Parecéis triste, ¿Tanto añoráis el pasado?- su expresión había cambiado, ya no estaba presente aquella mirada divertida, sino preocupación por mi, la mascara cedía mostrando a un joven que poseía sentimientos.
Note que me sonrojaba bajo su mirada.
-Si y no, sufro por mi hermana. Damien, ella no entiende esto, eso la preocupa y le duele.- Me miro preocupado mientras parecía que pensaba una solución, cada segundo su mascara caía, dejándome ver otro ser humano.
-Puedo hacer que lo comprenda si es lo que quieres.- Su mirada era serena y no había ningún signo de burla en su mirada.
-¿Como?- Le mire directamente a los ojos, que parecieron ensombrecerse. Sacudiendo su cabello respondió:
-Si se lo contara se asustaría y se apartaría de mi para siempre y no quiero que eso suceda,- Aparto la mirada poniendo las manos en su regazo, estallo la mascara que guardaba sus sentimientos mostrando una vergüenza atroz hacía si mismo-, confié en mi, puedo hacer que ella comprenda.
-Jamás me asustare de ti, te debo mucho y por supuesto que confió en ti, sino ¿que haría aquí?-Volvió a mirarme a los ojos mientras sonreía, la vergüenza paso a segundo plano, estiro su mano y la poso sobre la mía que reposaba en la hierba al lado de mi cuerpo. Su tacto era frío y agradable, yo notaba que ardía, mirándole a los ojos notaba que me hundía en el mar de plata que era su mirada. Pero en los acontecimientos románticas siempre sucede algo que los estropea y esta no iba a ser excepcional.
De la nada apareció Eleni con su cabello color madera revuelto y sus ojos azules muy abiertos. Paso entre los dos obligándonos a separarnos y escondió su pequeña cabeza en mi regazo. Se reía, y detrás de ella la dueña de la posado con un cepillo en la mano.
La mujer abrió mucho los ojos al notar que había roto nuestra atmósfera romántica, Damien la miraba, como si la plata hirviera en esos bonitos ojos y la mascara se recompusiera poco a poco. Yo me eche a reír a la vez que mi pequeña hermana, obligando lo a sonreír también.
-Perdonen, la intentaba peinar y... huyo- la mujer parecía más calmada mientras hablaba, pero miraba a Damien como si él le causara terror o algo parecido.
-Tranquila es normal, lo suele hacer, yo me ocupare no se preocupe.-Levante a la niña de mi falda, hice un acope de valor y bese a Damien, era nuestro momento y la loca de mi hermana no lo iba a estropear. Vi la sorpresa en su mirada, bueno no solo suya las dos allí presentes también mostraban sorpresa. Sus labios eran fríos como sus manos pero finos y agradables, me llamaban a besarlos de nuevo.
Me levante de un salto sonriendo a Damien, agarre a Eleni de la mano cogí el cepillo de la mano de la señora y me dirigí dentro de la posada a arreglar aquel pequeño ángel.
Cepillando su pelo pensaba en como madre se sentaba así con Eleni en la falda peinandola y cantando, me encantaba su dulce voz, Eleni tarareaba la melodía y yo empece a cantarla como hacía madre, no era igual ya que mi voz no era tan maravillosa, al terminar aquella canción volví a sumergirme en mis pensamientos y en Damien, cuando estaba en palacio él ya llamaba mi atención pero ahora era todo lo que teníamos y era quien cuidaba de nosotras haciendo de todo para que pudiéramos vivir medianamente bien.
Era extraño pero era guapísimo y cuidaba de mi como si de un miembro de su familia me tratara y eso hace que me sienta como alguien especial para él, pero creo que solo era un tonteo, ya que soy la hija del rey y seguro que su misión era mantenerme viva y darnos una vida similar a la que teníamos, aunque le haya entregado mi primer beso y eso es algo muy importante para una dama de noble cuna y mas siendo un sirviente.
-Gabrielle, ¿Te gusta ese chico?- Note como enrojecía mientras Eleni me observaba con sus enormes ojos azules que daban la misma tranquilidad que la mar en calma, mientras jugaba con su pequeña muñeca.
-No lo se, tiene algo, que hace que me recorran escalofríos cuando me toca. Y es frío pero en el sentido de temperatura, je je- Eleni me miraba con cara extraña mientras yo reía como una tonta.
Ya tendría tiempo para comprender aquellos detalles de momento solo debía ocuparse de su pequeña muñeca y no pensar en todo lo que habíamos perdido en tan poco tiempo.

Al acabar de cepillar su pequeña melena color madera apareció él, clavo sus poderos ojos en mi como si quisiera decirme alguna cosa. Estaba apoyado en la puerta con su pose elegante y señorial.
Me levante y me acerque despacio a él como una niña temblorosa, su mirada no era la misma que cuando habíamos estado hablando en el exterior.
-¿Que pasa Damien?-Note como me temblaba la voz, lo vi diferente, su cara era de un color más rosado y alguna cosa en mi interior me decía que corriera, era como el miedo que se le tiene a un lobo, es un miedo que sientes en tu interior que te pide que corras y que no pares hasta sentirte totalmente segura. No me deje llevar por ese terror y pose mis pequeñas manos en su brazo, tenia un tacto más cálido pero aun así era frío. Y la mascara había vuelto a colocarse en su lugar, mezclada con esa parte que se avergüenza de si mismo.
-Nada, venia para preguntaros que si queréis que se lo explique a su hermana- su voz era calmada sin sobresaltos, aunque su cara era sombría.
-Por supuesto, pero llamame Gabrielle, y no es necesario que me trates de usted. Recuerda hemos de pasar desapercibidos.- Vi su sonrisa, esa sonrisa encantadora y dulce- Eleni, ven. Damien quiere hablar contigo.
La niña se acerco todavía más calmada, en los enormes ojos azules había un recelo, como temor, no era la única que sentía aquello hacía él. Cogí su mano y la arrastre hasta él. Damien bajo a su altura mientras la miraba a los ojos, con una sonrisa me miro y dijo:
-Gabrielle, por favor ¿puedes dejarnos hablar a solas?- Dentro de mi había una cosa que me decía que adelante sin miedo, pero otra que me decía que cogiera a Eleni y corriera.
-Por supuesto- salí hacía el pasillo con paso tranquilo. El rato que estuve sola no escuche nada extraño solo hablaban, por supuesto que pensé, seré estúpida. Porque Damien era una buena persona en sus ojos de plata detrás de la mascara se veía pero aún así estaba intranquila, juguetee con el medallón hasta que salieron los dos, Damien me sonrío tomándome con delicadeza por la cintura y acercándome hacía él. Sentía mi pulso latir con fuerza y mi rostro tomar un tono rojizo, acarició mi mejilla con mucho cuidado como si temiera que me rompiera, me beso con dulzura sus labios no eran tan fríos como recordaba pero aún así escondían amor y deseo.

Las preguntas de Eleni eran menos dolorosas ya que eran preguntas sin importancia y si tenían importancia no eran sobre que haríamos ni que sería de nosotras. Damien era dulce y encantador admito que con un susurro de su aterciopelada voz me seducía, sus besos tenían pasión escondida, pero lo que mas demostraba era un anelo, como si hiciera años que no sentía amor, como si no hubiera sentido nada.

Como cada noche Eleni reposo su cabecita en mi regazo mientras yo le cantaba la canción que tanto le gustaba para que pudiera dormir, pero esa noche era distinta, un vació se alojaba en mi corazón, pensar que solo tenía a Eleni me desgarraba por dentro. Se durmió enseguida dejando que el país de los sueños la llevara a casa de nuevo. La arrope mientras sonreía dulcemente y salí al jardín donde nacía un rosar que escalaba por la pared como si necesitara huir del hermoso jardín para poder sobrevivir. En mi caso no era necesario escapar de ningún lado pero aun así añoraba la seguridad que me daba mi padre, solo con su mera presencia parecía que nada pudiera pasarnos pero no era así, nos paso y lo perdimos, lo único que me consolaba era que el mes que habíamos pasado a las afueras de París nos trataban como si fuéramos de la familia, pero no eran nuestra familia y eso era una garra helada que me dañaba.
Empece a notar las lagrimas rodando por mis mejillas, no se porque, pero lloraba, ahora era yo, me sentía como si el mundo se evaporara como si todo lo que me importaba se pudiera ir como paso la otra vez ya que solo me quedaban Eleni y Damien, pero él estaba porque mi padre se lo ordeno, quien sabe si su amor era real o si solo quería la corona que me pertenecía, aunque la veía muy lejana, como un sueño.
Alrededor de mis hombros note unos brazos fríos que me protegían, Damien me veía llorar, y eso me avergonzaba, pero no podía pararlas, no querían dejar de caer, su gesto era dulce pero no podía dejar de pensar en que podía ser simple teatro.
Note como me elevaba del suelo y cuando me di cuenta estaba abrazada a él sentada en su regazo, llorando como una niña pequeña mientras él me susurraba:
-Yo cuidaré de vosotras- su voz era tranquilizadora. Mire hacía su rostro y vi la preocupación en los ojos.
-Cuidaras de nosotras porque eres fiel a mi padre ¿verdad?- le dije entre sollozos, seguramente estaba allí por eso o por la avaricia que podía mover a cualquier hombre.
-Al principio si, no quiero mentirte. Nunca desee sentir lo que siento por ti- en sus ojos se reflejaba un amor infinito- pero el amor nos traerá dolor, no soy como tu.- Mi corazón latió con fuerza me amaba y no le atraía la avaricia ni el poder.
-¿Que me dirás?¿Que soy noble y tu no? ¡¡Te amo!! no me importa tu clase ni la miá, no me importa porque ya no pertenezco a ningún lugar solo te pertenezco a ti.- Vi como movía la cabeza como su cabello negro volvía a su sitio, el corazón se me heló, su gesto reflejaba abatimiento y negación.
-No es eso, cuando sepas la verdad me obligaras a soltarte- su rostro era una mascara de dolor y sus ojos un foso de amor sin fondo, era contradictorio, me amaba pero él sentía que aquello estaba mal.
-¡¡No!! jamas, te quiero.- Le abrace con mas fuerza, no quería que nadie me separara de él.
-Yo también te amo- note el tacto de sus labios fríos sobre los míos- esto es un error lo sabes ¿verdad?- Parecía que yo hubiera vencido una batalla, que no había comenzado, un combate entre el deber y el querer.
-No, no lo se- mis ojos empezaban a secarse y su mascara empezaba a quebrarse.
-Soy el depredador Gabrielle, mucho más peligroso que los que posen la guillotina- su voz era sería aunque la pena que sentía también era significativa. El pulso callo en picado, no podía ser era un traidor, pero me amaba, por eso era el deber y el querer. Era el poder contra el amor, la eterna batalla que pocas veces dejaba sitio al amor.
-No puede ser ¿me venderás?- me estrecho fuerte entre sus brazos como si fuera un tesoro, como si hubiera dicho la mayor tontería que mi mente hubiera podido concebir jamás.
-Jamás, soy un vampiro, soy eterno, soy el diablo y tu eres una pequeña querubín entre mis garras, me da miedo apretarte por si te rompes- no sentí horror, algo en mi interior me decía que jamás seria su presa, que jamás estaría en su dieta, que nunca me dañaría, era su bien mas preciado. Todo su temor era dañarme, era hacer algo que me asustara algo que me alejara de el para siempre, pero eso no sucedería mientras pudiera evitarlo.
-¿Que comes?-Pregunte con toda la inocencia que podía mostrar mi voz, aunque en el fondo de mi ser lo sabía, pero no lo veía capaz de matar a ningún ser humano.
-Lo que puedo, no mato jamas, solo cojo la sangre y borro los recuerdos para nunca volverlos a ver.- Eso me tranquilizo, pero si hacía aquello porque no tomarla de mi, porque no coger mi sangre era suya igual que yo.
-Toma de mi, yo puedo generarla y no me mataras. Eso nos unirá- me miro horrorizado, pero pareció entrar en razón, aunque en sus ojos se podía observar que seguía sin estar de acuerdo - Piénsalo sera nuestro secreto, pero prometeme que si algo pasara tu tendrás que cuidar de Eleni, permitir que crezca y viva.
-Lo prometo- su mirada de plata decía que jamas me mentiría, beso mis labios, bajo por la barbilla rozándola con el tacto helado de sus labios hasta llegar a la garganta.
-Muerde, no temas- note un pequeño pinchazo y una sensación agradable de compartir mi vida con él, lo que yo era quedaba a su merced, él era el único que tenia mi vida en sus manos.
Note que desfallecía en sus brazos, pero él me sujetaba no iba a permitir que yo cayera, no permitiría que la oscuridad me engullera.
Desperté en mi habitación al lado de Eleni, la niña dormía igual que cuando yo la había dejado, me levante despacio de la cama y vi a Damien observándome desde la puerta, su pose era elegante, magnifica, nadie podría pensar jamás que se llamaba monstruo a si mismo, era como un ángel, un ángel que cuida de mi y vigila mi sueño.
Su rostro lucía mejor, tenia un poco más de color, aunque en la plata de sus ojos había culpabilidad y preocupación, pero no se movía como si pudiera horrorizarme que se acercara a mi. Sonreí estirando mis brazos hacía él, su rostro pareció relajarse, su pose se volvió mas humana y su cuerpo perdió tensión.
-¿Que sucede amor? No me has echo daño, no me duele estoy bien- se acerco a mi, con paso tranquilo mientras yo le esperaba con los bazos extendidos, se sentó en la cama junto a mi dejando que lo envolviera en mi abrazo, apoyo su cabeza en mi pecho mientras mi pulso se aceleraba- ves tienes mejor color y más calor.- Bese su frente, a su rostro volvió parte de la tensión, acaricie con suavidad su precioso cabello azabache para eliminar aquella tensión.
-Soy un monstruo ¿como he podido beber de ti?- Se culpo como si me hubiera obligado, como si no hubiera sido de mi agrado darle aquella sangre, darle parte de mi ser.
-No eres eso, eres bueno. No te culpo fui yo quien lo quise y siempre lo querré, quiero estar contigo y quiero que bebas de mi, ser yo quien te de vida.- Mire sus ojos y pude ver como la culpa iba desapareciendo pero aún así quedaban restos que sabía que jamás desaparecerían- tomala siempre que quieras, es tuya como yo.
Levanto la cabeza hacía mi rostro, vi como sonreía y me mostraba sus pequeños colmillos, baje la mano sin poder resistirlo, hacía su rostro de ángel afligido, acaricie su labio alrededor de esas finas cuchillas, su sonrisa se desvaneció, aparte la mano, mi gesto pareció incomodarle.
-¿Porque no te horrorizo?- Puso cara de extrañado que me obligó a sonreír, esa sensación de incomodarlo desapareció totalmente.
-Porque te quiero y no me asustaras por mucho que lo intentes- sonreí mientras su mirada cambiaba de serena a traviesa. Con un movimiento suave y rápido me tenia entre sus brazos sin que tan ni siquiera me diera tiempo a reaccionar, beso mi cuello y murmuro:
-Admítelo te has asustado, je tu corazón no miente y late con energía- Apoyo su mano en mi pecho mientras sentía mi corazón latir- es tan agradable esa sensación, me encanta y sobre todo si es el tuyo, me demuestra que estas viva y eres real, que no es mi mente jugando.
-No me has asustado a sido un sobresalto, no lo esperaba, no soy ningún sueño, soy alguien que te ama- repose entre sus brazos con los ojos cerrados mientras mi corazón se relajaba, apoye la cabeza en su pecho, no oía su corazón, pensé en que Damien si podía ser un sueño.
Al abrir los ojos vi como Eleni se despertaba, volvía a tener el pelo revuelto y los ojos a medio abrir, al contrario que su pequeña boca que se abría sin cesar. Su mirada inocente nos observo, sonrió mientras se frotaba los ojos.
-Gabrielle pareces de un cuento.- Pude oír la risa de Damien, extendí los brazos, Eleni gateo por la cama hacía mi, refugiándose en mi, su respiración se volvió relajada como si el sueño hubiera vuelto a buscarla. Era una sensación maravillosa, estar en los brazos de mi amado con mi pequeña hermana entre los míos.

El tiempo trascurría como si de un sueño se tratara, dentro de toda la oscuridad Damien y Eleni eran la pequeña vela que te guiá, esa llamita que no se extingue, que te indica por donde caminar. La revolución seguía en pie y el pueblo no desistía en nuestra búsqueda, en la realeza no quedaba nada para nosotras, ni siquiera podía llegar a asegurar que nuestros padres vivían, yo rezaba por ello cada noche, sostenía mi medallón y rezaba por si alguien, quien fuera escuchaba mi rezo, solo deseaba volver a ver aquellos ojos que nos deleitaban con amor.
Baje al jardín para esperar a Damien, algo en mi interior me decía que fuera allí, una sensación, como la paz antes de la tempestad, me senté en la hierba y le vi llegar, sus movimientos felinos que tanto le caracterizan, pero en ellos había tensión, Se dejo caer a mi lado, sus ojos eran oscuros, como si en su interior un debate hubiera estado teniendo lugar. Apoye mis manos en las suyas , miro mis ojos, había tristeza y oscuridad que me asustaba.