martes, 6 de diciembre de 2011

Capitulo 3 La espera



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Llegó a palacio donde solo encontró ruinas no había nadie, esos bárbaros lo habían destruido todo el palacio parecía un castillo de fantasmas con las puertas y las ventanas tapiadas, no había esperanza de que encontrará a nadie vivo, de la realeza solo quedaban Eleni y Gabrielle, su amada la que le daba la vida en la muerte, cogió el medallón que ella le había dado, le dolía haberla dejado allí sola pero era mejor así ya que no era prudente que la joven acompañará al vampiro, los hechiceros la podrían dañar con intención de dañarlo a él, eso era una cosa demasiado dolorosa de tan ni siquiera pensarlo. Ya que si aquel hechicero llegaba a descubrir que ella era su vida la destruiría sin pensarlo y si algo le pasara por él se torturaría por siempre.
Llevaba tiempo lejos de ella, la añoranza se hacía punzante en su corazón vivo de nuevo, ese tiempo era horrendo, pasaba suplicante y lastimero ya que no podía sentir a su amada entre sus brazos.
Corrió a por ella para poder abrazarla, notar su calor y oír su pequeño corazón latir ese sonido que le daba la tranquilidad que él tanto anhelaba, lo único que saber que todo lo que ella conocía había desaparecido la dañaría pero él la consolaría hasta que sus ojos se secaran.
Notó algo malvado avecinarse y un escalofrío recorrió su cuerpo helado, se estremeció solo de pensarlo. Oyó en su mente la llamada de Gabrielle, su amada lo necesitaba, no quiso ni imaginar lo sucedido él solo corrió hacía la voz suplicando llegar a tiempo. Sabía que entre las masas estaba su aliado pero quien sabe quien podría desear dañar a esa flor que se abre paso en la oscuridad.

Al llegar a la posada solo encontró cenizas, tembló como un simple humano pero echó a correr sintiendo el olor de Gabrielle ese dulce olor que Damien reconocería en cualquier lugar ese aroma que desde que la conocía le había vuelto loco, en palacio por las mañanas al sentirlo miraba hacía el cielo y la veía como un ángel al cual el viento le acaricia los cabellos.
Encontró a Gabrielle pero era tarde, solo era una pequeña muñeca inmóvil que yacía en el suelo inerte, el olor a su sangre lo inundaba todo mientras él caía de rodillas a su lado, no era capaz de diferenciar donde acaba su cabello ya que estaba encharcado en ese flujo rojo, el aliento de la vida la había abandonado. En el suelo junto a ella abrazó el cuerpo de muñeca mientras su corazón se hacía pedazos y su alma se caía al suelo.
En el abrazó noto la fragilidad de su pequeño cuerpo frío, sin vida mientras sus lágrimas caían mezclándose con la sangre que le había arrebatado la vida a la joven y se maldecía por no haber llegado a tiempo. La había perdido, no la recuperaría por mucho que rezara. Mientras la abrazó noto que dentro de su pequeño cuerpo había algo que no era suyo, una esencia mágica, una esencia que contaminaba su cuerpo, una magia oscura, sangre que no le pertenece, que pertenecía al cadáver que yacía a su lado, era un hombre joven que Damien había envidiado en una ocasión.
Cogió a su amada Gabrielle no podía permitir que su cuerpo se quedará allí, le dio un entierro justo proporcionándole el descanso que merecía, intento dejar el medallón manchado con la sangre de Gabrielle pero no tuvo fuerzas, lo volvió a poner en su cuello, limpió la sangre que lo manchaba, pero en la punta de las alas quedo una mancha roja que no desaparecía, las pequeñas manchas de los ojos seguían ahí brillando sobre la obsidiana igual que la punta de las alas.
Recordó las palabras de Gabrielle “Toma esto así me tendrás siempre junto a ti”, lo escondió bajo su camisa y partió en busca de la pequeña Eleni ya que prometió cuidar de ella.

La encontró desaliñada vagando por las callejuelas de París no había duda de que era ella esos ojos claros como las aguas eran inconfundibles aunque la niña se encontrará perdida vagando y sus ropas no estuvieran tal y como él las recordaba, parecía una niña de calle, pero no lo era por sus venas corría esa sangre real que le había costado la vida a su amada.
Al verlo corrió hacía él con los brazos abiertos, los ojos inundados y la muñeca en la mano. La tomó en brazos, la niña estudió su rostro temiendo la horrible desgracia, solo verle la cara ya supo que sucedía y lloro en su hombro. Cuando los ojos se le secaron la niña le mostró el escudo real que se escondía en sus pendientes, aquellos pendientes que Damien había visto en Gabrielle.
-Dejalos hay, nadie puede encontrarlos jamás o por el búho podrían llegar a descubriros.- La niña asintió bajando las faldas de su muñeca.
-Are que esta muñeca pase a todas mis hijas así el recuerdo de mi hermana no se perderá jamás ya que solo ella y yo sabemos donde se encuentran.- A Damien le pareció buena idea y le busco un buen hogar donde podía ser feliz, si llegaba a serlo ya que había perdido todo su pasado, solo le quedaba aquella muñeca que guardaba aquel recuerdo tan valioso, la niña se despidió de él aunque ella quería permanecer a su lado porque era lo único que le ataba a su amada hermana, pero no podía ser, ya había fallado una vez a Gabrielle no podía fallarle de nuevo.

El vampiro paso varios años sin rumbo fijo, simplemente vigilando a la niña, hasta que un día encontró una joven de poderosos ojos violetas y cabello de oro, no se parecía en nada a Gabrielle pero algo debía hacer en su eternidad. Ella era como él pero diferente, Damien domina sus habilidades en cambio a ella las habilidades la controlaban.

La encontró una noche tormentosa matando sin control, lloraba como una niña desesperada, se acercó despacio sujetándola por los hombros.
-¿Que haces? Te descubrirán pequeña estúpida- le miro con sus ojos muy abiertos y expresión asustada como si fuera ella el cervatillo al lado del poderoso puma.-¿Porque los matas? No es necesario.
-Tu que sabrás, no lo entiendes ¡nadie lo hace!- la mirada de Damien fue severa y ella se encogió más sobre su víctima.
-Soy igual que tu, pero con más categoría- La muchacha pareció sorprendida, como si no se acabara de creer las palabras de aquel desconocido.
-En serio, ¿vampiro?- Soltó a la presa haciendo que chocara con el suelo encharcado- Ayudame, no se nada de este mundo, te necesito- la mirada de sus ojos violetas hizo que aceptara ayudarla la veía tan sola y perdida, recordó como se sintió el mismo cuando cambio de mundo. Le habló de Gabrielle, al contarle la historia lloró, sus lágrimas hicieron que Damien se sintiera más tranquilo y comprendido, aunque el dolor seguía punzante y la culpa resonaba en su cabeza cada vez que se permitía pensar en Gabrielle.
Al poco tiempo le regaló un collar de obsidiana la piedra que les permite salir al sol ya que todavía le parecía mas deprimente solo moverse de noche, le enseñó todo lo referente a el mundo que ambos compartían, por supuesto no olvidó la promesa que le hizo a Gabrielle, vigiló desde la distancia a la descendencia de Eleni, pero lo único que veía eran niñas pelirrojas de ojos distintos o niñas de ojos verdes, pero jamás eran sus ojos, jamás era su expresión, solo eran niñas, ninguna era Gabrielle.

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