viernes, 16 de diciembre de 2011

Capitulo7 Reencuentro


Oía el maldito despertador que me sacaba de mi sueño, me di la vuelta haciendo ver que no lo oía pero el no desistía. Me levante despacio con esa estúpida calor pegada a mi cuerpo, al poner los pies en el suelo note el tacto agradablemente frío del suelo y una brisa fresca me recorrió, estire mis brazos para que me acariciara con su mano helada y suave.
Me dirigí al escritorio donde reposa mi móvil que era mi despertador. Con un rápido movimiento de mano lo pare, fui hacía la ducha con los pies descalzos para seguir notando aquel tacto frío.
Al llegar al baño me mire en el espejo, vi mi melena de rizos rojos desordenados y mi cara de sueño, mañana a las nueve en la cama, siempre pensaba lo mismo pero a la hora de la verdad no lo cumplía. Esa noche el sueño que tenía desde niña volvió, ese frío tan agradable me rodeaba, era una niebla que me envolvía como si fuera una persona, sentía su caricia y como besaba mis labios pero jamás le veía el rostro, pero no era una pesadilla era un sueño agradable todo mi ser anhelaba a aquella niebla, anhelaba que esos brazos me rodearan.

Después de mi ritual matutino cogí el coche y fui a buscar a Erik uno de mis mejores amigos, a la que me quise dar cuenta ya estaba en su calle esperándolo, empece a ponerme mi collar, el talismán que siempre me daba suerte, el medallón que el maniático de Erik decía que era horrendo y de otra época. Pero a mi me fascinaba el búho negro con virutas rojas.
Mire hacía la calle y lo vi venir con sus galletas en la mano, era un chico especial, que yo sepa nos conocemos desde pequeños, siempre hemos ido juntos a todas partes pero este sería nuestro último año juntos. En cuando acabará el instituto me trasladaría de ciudad.
Era una decisión que tome hace tiempo porque me aburría permanecer tanto tiempo en un lugar y así se le une que la carrera que quería hacer se encontraba lejos de allí.
Cuando me fije, él ya estaba al lado del coche, era un chico guapo con la piel fina, de una estatura media, con un cuerpo no demasiado atlético pero bien formado. Su pelo color castaño combinaba con sus ojos color chocolate, o eso era lo que me decía él para justificar su aspecto más bien peculiar, aunque según mi opinión, era todo lo contrario. Su manera de ser era como una danza tribal, siempre estaba de un lado a otro, con un ligero perfume tan agradable que me dejaba atontada.
Si de algo si que podía presumir, era de mi gran olfato. En realidad siempre había tenido una gran capacidad de percepción, siempre he sabido identificar recuerdos del pasado con perfumes, tactos, ruidos... Aunque siempre hay una sensación que me daba calma y confianza. El frío hacía que me sintiera reconfortada y tranquila, nunca había sabido el motivo pero siempre había sido así, la única pista que tenia eran los sueño en los que la niebla era fría.

La sensación que Erik me hacía sentir me reconfortaba, siempre me producía confianza, el leve poder que su cuerpo emite hacía que me sintiera cómoda junto a él. Su cara siempre mostraba una vitalidad increíble, una cosa era cierta, nunca paraba quieto. Era el chico mas sensible y sentimental que había conocido nunca, a veces sentía que demasiado y todo. Lo peor era que siempre me sacaba de mis casillas cuando intenta redecorar mi casa y mi look. Lo sabía, lo iba a echar de menos. Al entrar al coche me miraba con su infinita sonrisa y dispuesta para mi.
-¡Buenos días Kasi!, ¿Quieres una galleta?- Antes de tan ni siquiera contestar ya tenía la galleta en la boca.
-Erik, no metes la galleta en mi la boca cuando tan ni siquiera te he contestado que la quiero.-Puso su mano sobre la mía mientras le veía mover la cabeza.
-Kasi se que la quieres- Puede que tuviera razón pero no se la iba a dar.
-Pues no, no la quería.
Arranqué el coche y nos dirigimos al instituto. De camino Erik me recuerdo todo el planing del día como si no me acordara de la reunión con el tutor y de toda la faena que tuve que hacer.

Al llegar a la puerta vimos llegar a Elena mi otra mejor amiga, era una chica atlética, alegre y habitante del mudo yupi aunque era un mundo yupi mágico, ya que la magia era una de sus pasiones aunque a mi me parecía una tontería, pero para ella era una de las cosas mas importantes que existían, sin contar su tremenda pasión por la naturaleza, si te encontrabas cerca de ella y dañabas ni que fuera una hojita ella no te perdonaría por mucho que la suplicaras. Era alta, bueno más alta que Erik y por supuesto mucho más que yo que siempre era la bajita, el color de su cabello era castaño y lo tenia liso, sus ojos, del mismo color que los míos verdes pero su verde era más clarito que el mio, como si reflejara sus pasiones. Ella si que me comprendía también la conocía desde que eramos enanas.
Ella era la cómplice de mis planes malignos como ella los denominaba, teníamos nuestro propio lenguaje sin palabras el cual Erik sabía de su existencia pero no comprendía, algún secretito entre chicas teníamos aunque Erik quisiera ser parte de él. Elena se acercaba con una sonrisa en la boca y su bicicleta en las manos, los dos la saludamos y ella aligera el paso al vernos.
Como cada mañana hablamos hasta que entramos en clase, allí Elena se sentaba con Erik y yo delante de ellos porque no podíamos ponernos los tres, normas estúpidas que nunca comprendería, pero que me hacían sentarme sola delante de mis mejores amigos.

Las horas pasaban como si tuviéramos que suplicarle al reloj, pero tanto suplicar hizo que fuera la hora de ir a hablar con el tutor.
Me dirigí al departamento de filosofía que era donde se encontraba mi tutor, hablamos de lo de siempre esfuerzo y todo eso ya que era la típica reunión que ha de tener con todos los alumnos al principio de curso para animar y ofrecernos su ayuda, sabía que ese año era especial, era el último, sentí un cosquilleo en el pecho donde reposaba el medallón, el también sentía que ese año sería especial.
La reunión a acabo antes de lo previsto y el tutor me acompaño de vuelta a mi aula que ahora me tocaba ciencias de la tierra que por suerte estábamos viendo un video y no era tan rollo.
Al llegar vi que en la mesa que se encontraba junto a la mía había un chico nuevo, ya había oído hablar de que llegaría, note como enrojecía y me senté a su lado. Era un chico extraño, noté algo raro en él, no sabría decir que, sentí como la niebla helada intento abrirse paso en mi mente. Tenía el cabello brillante, liso y negro, sus ojos eran grises era más alto que yo era más o menos de la estatura de Elena, no se le veía musculoso pero tampoco poca cosa y lo más importante ¡Era guapísimo!
Me miro y sonrío, nunca había visto una sonrisa tan blanca ni que me acelerara el corazón, la niebla se evaporo y solo sentí los golpes de mi propio corazón.
-Encantado, soy Damien- Se me hizo un nudo en la garganta que impedía que me salieran las palabras, él me miraba con sus profundos ojos como si me estudiara mientras por lo bajo oía a Erik comentar algo.
-Yo... soy Kasia- Que vergüenza, a su lado casi ni me salía mi nombre, empece a sacar el libro nerviosa por el ridículo que acababa de hacer.
Al sacar el de ciencias me fije en que llevaba el de “Armand el vampiro”, no se para que si no iba a poder leerlo. Vi como él se inclinaba hacía mi mientras miraba el libro.
-¿Te estas leyendo ese libro?- Me sobresalto el sonido de su voz y le dije que si con la cabeza mientras le sonreía, me daba miedo que al intentar hablar la vergüenza se quedara mis palabras en vez de dejarlas fluir- Espero que sepas apreciar cuales son los mejores
-Por supuesto, los tres primeros me encantan esos libros- la vergüenza ya no era tan intensa, ya podía hablar como siempre, como si le conociera- espero que también sean los tuyos.
-Por supuesto son los mejores libros- La profesora nos mando callar, al acabar la clase salí hablando con él de las cosas que teníamos en común. Al despedirnos beso mi mejilla cosa que me dejo paralizada por la sorpresa, los chicos no suelen despedirse así, luego mi cara adquirió un rojo radioactivo fuera de lo normal, era un beso dulce, delicado, como si llevara tiempo esperando esa oportunidad, su tacto era helado como la niebla de mi sueño.
Mire a mi alrededor y me encontré la mirada de Erik que decía en mayúsculas “CUENTAMELO TODO”, mientras Elena sonreía a su lado sabiendo que ella también se enteraría.

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