lunes, 5 de diciembre de 2011

Capitulo 2 Todo empezó por cuenta del pasado...


*
-Amadeo!- El amo llamo a su siervo como si se tratara de un niño que no hacía lo que se le mandaba.
-Si amo, estoy aquí ¿que quiere?- El joven miro los ojos de su amo negros como la noche con aquella expresión perversa que asustaría a cualquier persona pero Amadeo no era fácil de asustar.
-Es hora que vayas a por ella, ese maldito vampiro no podrá cuidar de ella para siempre, la dejara y eso ara que caiga en nuestras manos. Recuerda Amadeo si me entregas lo que deseo ella sera tuya para siempre, ya sabes que no es de mi interés- Amadeo asintió tranquilamente aunque en el fondo de su alma la ira ardía, como osaba el vampiro tocarla, sabía que si encontraba aquel monstruo seria capaz de destruirlo aunque su cuerpo solo aparentaba unos treinta años pero era un hechicero poderoso, jamás como su amo pero lo suficiente para conseguir lo que deseaba con todas sus fuerzas, solo debía entregarle aquel objeto a su amo y la joven sería suya por la eternidad.
-Por supuesto que iré y se la traeré, no se preocupe- El amo asintió observando como Amadeo desaparecía en la oscuridad lo último en desaparecer fueron sus ojos color chocolate que brillaban dando paso a la nada.

*
Observe a Damien mientras parecía que intentaba decir algo como si reuniera el valor adecuado, como si aún no lo hubiera decidido.
-Gabrielle, amor, tengo que irme- abrí mucho los ojos, me estaba dejando atrás, no podía permitirlo, no podía perderle- Gabrielle no me mires así no puedo llevarte conmigo es peligroso. Tienes que quedarte aquí con Eleni y cuidarla.
-Pero no quiero que me dejes,- de nuevo note el sabor salado de mis lágrimas, esa presión en mi pecho, algo iba a suceder lo sentía. Mire sus ojos el dolor se hacía presente él no quería marchar pero debía su mirada me lo decía- no me dejes, tu no.
-Volveré a por ti amor, lo juro, estés donde estés te encontraré y volveré a tu lado.- Me beso con todo la dulzura del mundo, hubiera deseado que ese momento fuera eterno pero nuestros labios se separaron.
-Te quiero Damien y te estaré esperando. Toma esto así me tendrás siempre junto a ti.- Me quite el medallón, se lo puse al alrededor del cuello, lo tomo entre sus dedos el búho brillaba a la luz de la luna, ahora él llevaba mi casa.
-Te quiero Gabrielle y volveré por ti, estés donde estés te encontraré. Te juro que te lo devolveré- Vi como se alejaba de mi con su paso felino pero rápido, abracé mis rodillas escondiendo mi cara mientras lloraba. Le echaría de menos pero se que volvería, ya deseaba que me devolviera el medallón porque significaba que volvía junto a mi.

El tiempo pasaba tan despacio sin él, nunca pensé que fuera tan difícil que pasaran los segundos. La única que no sentía como el tiempo se detenía en aquel lugar y momento era Eleni, parecía feliz y por una vez en la historia parecía una dama, ni en palacio sucedía aquello, parecía que tratara de honrar la memoria de nuestra madre cediendo a esos modales y ropas. Ya no se quejaba cuando peinaba su cabello o la hacía cambiarse de vestido, eso me parecía tan irreal y a la vez tan maravilloso, mi pequeña ya era una princesa en vez de una niña de cuadras como la llamaba nuestro padre. Le regale los pendientes con el búho de nuestra casa ya que mi medallón lo llevaba mi amado, ella luciría mis pendientes y cuando todo aquello pasara podría demostrar que el trono le pertenecía.
Solía salir cada noche al hermoso jardín, mirando hacía el fondo de este me parecía ver aún a Damien marchar, cerraba los ojos apelando al recuerdo de sus brazos a mi alrededor hasta que la fría brisa me sacaba de mi sueño demostrándome que me encontraba sola en la noche, el aire como una broma cruel susurraba con su voz aterciopelada pero todo aquello era parte del deseo que sentía de volver a oírle diciendo que me ama. Respirando profundamente me di cuenta que el viento no me traía su voz, sino miles de voces que gritan, un escalofrío me recorrió, me levanté de un salto al tiempo que la señora de la posada salía con Eleni de la mano, sus ojitos azules eran vidriosos, solo necesite aquello para saber que sucedía, sabía que nos tocaría huir de nuevo.
-Mi señora, coja a la niña, que viene a por vos, corran salgan por el jardín y yo los entretendré.- Agarre la mano de Eleni, ella me devolvió el apretón con fuerza, tenia miedo pero aquello me indicaba que iba a ser todo lo valiente que pudiera, llevaba su pequeña muñeca en la mano y mis hermosos pendientes en sus orejitas, la arrastré por el jardín hasta salir a la calle por allí corrimos sin rumbo, huyendo de las voces que nos perseguían. Pensé en Damien él era el único que podría salvarnos en aquella ocasión, lo llame esperando que me oyera, era casi imposible pero debía intentarlo.

Note un brazo alrededor de mi cintura la esperanza recorrió todo mi ser, pero al dirigir la mirada hacía el brazo que me rodeaba, encontré que el hombre que me había sujetado no era Damien, se trataba de un joven que tendría unos treinta años de mirada tranquila y ojos color chocolate, algo hizo que me estremeciera, en esos ojos se escondía algo, no iba con la muchedumbre pero mi interior me advertía que no confiara en él.
-Tranquila no voy a haceros daño,- me miro a los ojos y luego miro a la pequeña niña que tenia los ojos llenos de lágrimas y abrazaba su muñeca - corran por allí- fui a echar a correr cuando note que su brazo seguía en mi cintura, mire hacía sus ojos donde reinaba la paz y en sus labios una sonrisa dulce- usted no- mire a la niña que me observaba.
-Corre Eleni, huye Damien te encontrará y cuidara de ti lo prometió- me agache junto a ella quitándole los pendientes y guardándoselos en el vestido de la muñeca- Sera mas seguro para ti que no se vean, ahora corre mi vida, te quiero Eleni- vi como corría entre las calles mientras miraba hacía atrás en sus ojos vi como esperaba que fuera tras ella. El joven miro hacía mi cuello como si buscara alguna cosa, mascullo una maldición mientras intentaba mirar dentro de el cuello de mi vestido, le intente apartar de un empujón pero su brazo era firme en mi cintura. Cada vez se oían mas cerca las voces y él joven maldecía.
Observé que algo brillaba en su mano mientras pronunciaba unas palabras que no fui capaz de entender, acerco su muñeca a mi boca y sentí el sabor tan peculiar de la sangre mientras seguía escuchando esas palabras sin sentido, algo tapaba mi visión, empujando al joven conseguí apartar lo que me impedía ver. Antes de caer inerte delante mio pude ver como me sonreía mientras murmuraba que nos volveríamos a encontrar. Observe como una de sus muñecas estaba desgarrada me horroricé al pensar que había sido su sangre la que había fluido por mi garganta. Me quede paraliza mientras las voces se acercaban a mi, al verlos llegar solo pude cerrar los ojos mientras temblaba de terror, me agarraron mientras reían y pronunciaban palabras obscenas.
-¿Princesa sin reino donde esta su hermana?- La voz era grabe y en ella había una burla que cambio el terror por la rabia, sabía que era mi final y moriría luchando. Cerré los puños pegados a mi cuerpo, le golpee con toda la fuerza que reuní, el hombre se tambaleo. Detrás de él apareció otro hombre alto de cabellos negros que me recordaron a los de Damien pero no era él, los ojos de este hombre eran como el oro fundido.
-Me podréis matar pero nunca encontrareis a la niña, os doy mi palabra sucios rufianes.- di un paso atrás si me daban tiempo a correr no sería en la misma dirección que mi hermana.
-Se acabo estúpida niña- note un golpe, mientras veía como el hombre de ojos de oro estiraba su brazo hacía mi gritando un sonoro no, pero mi mente solo pronunció una ultima frase “Damien te quiero” y entonces la oscuridad eterna me engullo.

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